Capítulo 16

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La chica de cabellera rubia.

Emilio

Con el sudor cayendo por todo mi torso desnudo. Azoto fuertemente una y otra vez en los glúteos de la mujer que no para de gemir para mí.

Penetrando seguidamente su pequeño coño. Tomo posesión de sus caderas cuando presiento que dentro de poco voy a estallar. O al menos eso es lo que piensa ella cuando va por su tercer orgasmo y yo no he sido capaz de votar ni una puta gota.

Me jode que quieran pasar por encima de mí.

Me jode que quieran manipularme.

Me jode que me dejen con las malditas ganas y no logren complacerme cuando les pago una fortuna para que hagan bien su trabajo.

—¡Mierda!—me quejo agitado sacando el miembro erecto del interior de la chica—¡¿Puedes hacer tu maldito trabajo bien?!, Para eso te pago, ¿O no?

La sumisa lo único que hace es mantenerse en silencio. Sabe que si habla su cabeza rueda por todo el clan.

Tomo un profundo sorbo de mi ron dándole la espalda en todo momento a la mujer que intenta contener las lágrimas en su rostro. Y tal quejido me tiene de la puta madre cuando lleva diez minutos así.

—Vete—señalo la puerta sirviendo otro trago.

—Pero señor usted dijo…

—¡Lo que haya dicho hace quince minutos ya no cuenta!, Pensaba que harías mejor tu trabajo, pero ya veo que no es así—dirijo la mirada por primera vez a la rubia—,¡Lárgate!, ¿O tengo que llamar a los guardias?

Sin ejercer ningún tipo de sonido, la sumisa sale de la habitación silenciosamente, tomando por último las prendas de ropa que yacen en el suelo.  Dándole paso segundos después a la pesada presencia de Carlo y Mateo dentro de la habitación semi oscura.

—¡La que sigue!

Ordeno, dándole paso a la siguiente mujer que debería llegar a mis expectativas… Puedo pasar toda la maldita tarde así si me da la gana.

—Emilio.

Ignoro todo tipo de comentarios de los hombres a mi espalda cuando la nueva sumisa comienza a moverse alrededor de la habitación con picardía.

Demostrando una que otra vez el rostro de corderito pasivo que tanto me gusta.

Sus nalgas son grandes, lo suficiente como para que la palma de mi mano calce perfectamente en ellas. La pequeñez de su cintura me vuelve loco cuando se sienta sobre mi regazo ejerciendo leves movimientos hacia adelante y atrás. Exponiendo en todo momento los grandes senos redondos y lujuriosos que tiene.

—Karla retírate, por favor—comenta Carlo a mi espalda de brazos cruzados.

—¡No!

—¡Que si Emilio!

—Yo soy el jefe aquí y te estoy ordenando que sigas.

—Emilio para ya—murmura Mateo al otro lado del lugar.

—¡Tú te callas que a ti nadie te invitó!

Tal comentario en la habitación hace que los dos hombres al frente de mi se queden callados por unos breves segundos. De esa manera, tomando la iniciativa, Carlo se mantiene en silencio mientras se dirige al cuarto de baño, donde al final, se logra escuchar el sonido de la regadera.

Haciéndome cargo entonces, de la mirada fulminante que me lanza Mateo cuando aparta a la sumisa de mi y se posa a unos metros de distancia sin ejercer ninguna palabra.

Evil Force [En Actualización]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora