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Su conciencia se vuelve inestable a medida que el cansancio se va deslizando bajo sus parpados. Lucha con todas las fuerzas que le quedan en el cuerpo, en cada átomo, pero simplemente ya es demasiado. No recuerda realmente cuantos días lleva racionando las horas de descanso, inseguro de terminar con más vidas mientras duerme.
Choso lo examina a conciencia y le pone ansioso el no poder defenderse de sus palabras amables, de ser llamado "hermano".
Ojalá nunca te hubiera conocido, honestamente... eso le dijo la primera vez que sucedió. Le dolió el saber que al decir eso perdería las valiosas conexiones que había conocido hasta el momento, desde Megumi y Nobara, hasta Gojo y Nanami. Sobre todo, Nanami.
—Me duele que todavía no puedas confiar en mí después de todo este tiempo— le dice en medio de una risa sardónica —Te he demostrado que me portado bien ¿No es así? —
Yuuji golpea con fuerza una de sus mejillas, ahí donde ha aparecido la boca de Sukuna, como si este fuera capaz de leer sus pensamientos. Como si pudiera colarse a ellos y ver sus más oscuras vergüenzas. Busca un lugar tranquilo para acomodarse a descansar. Choso le ha dicho que ira a dar un par de rondas, le insta a que descanse, le dice que lo protegerá. Pero eso no es cierto, nadie puede.
Sus ojos se parpadean pesados contra su voluntad, un tibio y húmedo calor inconfundible rodearlo, como un manto que; innegable, lo protege.
Su mente se hunde en la oscuridad y con ello queda suspendido su cuerpo en un estado de sopor muy parecido a la muerte. No hay nada ni nadie que pueda lastimarlo, siquiera verlo, por lo que es casi invulnerable.
Es la sensación del agua lo que lo despierta, un largo mar de sangre la que lo recibe. Yuuji cae sobre su espalda, pues el susto lo ha desequilibrado.
—No me mires así; como si me tuvieras miedo— escucha desde la torre que vuelve a Sukuna el Rey de las maldiciones como es, con esa mirada gélida que busca solo convencerle de ser diferente.
—Yo n-no... no te temo— le dice Yuuji, aunque sabe por su corazón acelerado que solo miente.
Sukuna solo necesita de uno de sus parpadeos para pararse a su lado, hombro con hombro, pero viendo en direcciones diferente. Ha tomado una de sus manos, pues Yuuji tiene la costumbre de intentar lastimarse a si mismo para despertarse.
—Nadie te querrá nunca como yo te quiero— le dice Sukuna para después rodearlo, sondeando sus reacciones, admirando las facciones de su rostro cambiar —Eres el portador de una maldición, morirás. Ellos te dejaran morir mientras estas aquí arriesgando el pellejo, por lo menos...— le susurro al oído, apoyando ambas manos en sus hombros para atraerlo mas hacia su cuerpo —Siente bien aquí conmigo—
