Una doctora citadina que lleva una vida aburrida, se encontraba sola y con solo unos pocos amigos cercanos, quienes seguían ahí con ella a pesar de ser una doctora "amargada".
Su rutina del diario era sólo levantarse temprano, ir a trabajar, regres...
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Era hora del terrible castigo que ordenaste, splinter estaba demasiado de acuerdo contigo pues estaba poniendo las cosas en su lugar, pues debía preparar todo antes de poner a sus hijos en aquel castigo. Por lo que en esos momentos tu y los chicos se encontraban en la sala de estar esperando, ninguno decía una sola palabra, entendías por que, literalmente los entregaste en bandeja de plata, pero ellos se lo merecían, trataron de usarte de escudo una ves más, cuando claramente dijiste que no querías hacer tal cosa.
Tu mirabas a cada uno de ellos, todos mantenían la cabeza baja, no veían a nada ni a nadie, estaban muy sumidos en sus pensamientos, seguro buscando una excusa o una mentira nueva para salvarse del castigo
— ¿no hablarán? —dijiste sería, rompiendo el silencio, a juzgar por tu tono de voz, se podía notar que en verdad estabas molesta, pero los hermanos igual lo estaban, estaban molestos, tenían miedo y sabían que tenían la culpa de aquello, pero si quería evitar que tanto su padre como tú se enteraran de aquel problema en el que se habían metido, debían hacerse los ofendidos
— ¿hablar? —dijo el temperamental, alzando la mirada para verte con clara molestia— tú eres una traidora, eso es lo que eres...una traidora —se cruzo de brazos viéndote, juzgándote con la mirada, tú te limitaste a entrecerrar tus ojos, viéndolo fijamente, de forma incrédula, era obvio que la víctima en esta situación eras tú
— ¿yo soy la traidora? —hablaste molesta, aquella acusación si te había molestado, mas al ver cómo este asintió bastante seguro te pusiste de pie— así que la traidora soy yo, bueno, ¡esta traidora a esta encubriéndonos durante estos tres años! —lo viste con enojo— mientras que ustedes se aprovechan de eso y mienten a su antojo —te giraste dándole la espalda
— ¡pero quien abrió la boca diciendo que estábamos contigo fue Mikey! Nosotros no tenemos la culpa —hablo donnie con algo de nervios, pues pocas veces te habían visto enojada, y tanto tu estrés y tu furia estaban al límite e ibas a explotar. Mikey solo vio a su hermano bastante ofendido ante aquello
— bueno, no es mi culpa que sensei siempre se lo crea —trato de excusarse rápidamente, los hermanos volvieron a verlo bastante molestos, iba a meterlos más en problemas contigo si seguía abriendo su boca sin pensar
— ¿saben como me siento yo? Me siento usada, me siento utilizada —hablaste, te habías calmado un poco pero ahora tu expresión y voz reflejaban tristeza y decepción— jamás creí que harían algo así —admitiste mientras te volvías a sentar— pero supongo que es mi culpa por haberles dado tanta libertad...—terminaste de decir con un hilo de voz a la ves que desviaste la mirada, dándote un abrazo a ti misma, tratando de consolarte por aquello
Aquel silencio que habías roto, había vuelto, los hermanos dejaron de hablar y ahora se veían entre sí, estabas llorando, en silencio pero estabas llorando y era culpa suya, todos se sentían culpables, no sabían que decir ni qué hacer para hacerte sentir mejor, pero en quien más cayó la culpa fue en el líder, ya se sentía culpable por lo de la noche anterior. Solo habían pasado dos dias y tú relación con él se había estropeado por completo, lo cual en verdad le ponía triste, aunque no solo se sentía así, también se sentía culpable, creía tener la culpa de todo aquello.
