Capítulo 3

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Miray se removió incómoda en la cama, las suaves pero constantes y molestas caricias de alguien en su mejilla le hacían imposible la tarea de dormir. Soltó un quejido y abrió sus ojos, encontrándose con unos iris cafés.

Una sonrisa surcó los labios del Sehzade al por fin poder ver nuevamente esos bellos iris celestes, eran tan hermosos y jamás se cansaría de observarlos. Se acercó al rostro de la rubia, depositando un casto beso sobre su frente.

—Buenos días, mi bello ángel —La rubia sintió sus mejillas enrojecerse ante la vergüenza, ¿Realmente la había llamado de ese modo? Él, un príncipe a ella, una criada.
Rio levemente ante lo irreal que le parecía esa situación.

—Buenos días, mi príncipe  —Miray se enderezó. —¿Desea que traiga el desayu...—Mehmed esbozó una sonrisa y beso nuevamente la frente de la femenina.

—Ya lo eh pedido, ven, come conmigo —señaló los alimentos frente a ellos.

La de hebras doradas hizo una mueca, no había recibido estas atenciones desde que llegó al palacio, era extraño, pero en el fondo le agradaban las atenciones que el castaño tenía con ella, se sentía cálido. Hacía años no recibía el cariño de alguien.

Miray tomó asiento a un lado de Mehmed, permitiéndose dejar atrás las enseñanzas que le dieron y siendo ella misma frente al castaño, lo cual no pareció molestarse. La rubia comenzó a contar su infancia, ante la petición del príncipe sobre saber más de ella. Mehmed observaba con atención a la rubia, memorizando cada una de sus palabras, verdaderamente le interesaba saber sobre ella. En ese tiempo pudo notar los hoyuelos que se formaban en ambas mejillas de la rubia cada que sonreía, tan lindos.

—Mehmed —Miray detuvo sus palabras al escuchar la voz de una mujer nombrar al sehzade. Alzó su rostro encontrándose con una cabellera pelirroja, sin poder evitarlo pensó en el atardecer de cada día. La sultana Hurrem era una belleza en definitiva.
Se puso de pie y se inclinó ante la mujer tan imponente frente a ella. —, ¿Quién es ella? —cuestionó, notando la presencia de la rubia.

—Es la criada de la que te hablé, madre —se apresuró a decir la castaña a su lado. 

El sehzade observó levemente molesto a su hermana menor, ¿Qué necesidad había de decirle? Soltó un suspiro, molesto, pues quería disfrutar más tiempo en compañía de Miray, pero tal parece que no podía ser posible debido a la visita inesperada de su madre y hermana. Se giró hacía la rubia, la cual mantenía su cabeza baja, mostrando respeto. 

—Miray, puedes retirarte —ordenó, sonriendo.

—Sultanas, príncipe —se despidió, para abandonar la habitación rápidamente.

Cuando salió de los aposentos del príncipe soltó un suspiro asustada, la mirada de la pelirroja era realmente intimidante, ¿Esa mirada fue por qué servía a Mahidevran, quizás? Sintió un escalofrío de solo recordarla, sí, escalofriante, pero de igual modo la admiraba. De esclava a esposa legal del sultán, siendo una sultana respetada y poderosa.

—Vamos... —se animó a sí misma, tenía que cumplir sus tareas de hoy, las cuales se habían atrasado debido a estar al lado del príncipe.

El ángel del príncipe            ❝Sehzade Mehmed❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora