Capítulo 7

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Algunos rayos de sol se filtraban por las ventanas de la habitación, Miray hizo una mueca mientras abría sus ojos, pues le era imposible seguir dormida con los rayos de sol golpeando su rostro. Intento darse la vuelta, pero el agarre firme del sehzade en su cintura se lo impedía. Sus mejillas se tornaron rosáceas a la vez que sus latidos comenzaban a volverse más rápidos, ¿realmente paso aquello? Ahogo un grito de emoción y nervios, estaba tan avergonzada pues se percato de que lo único que cubría su cuerpo era una sábana,  ya que sus ropas, junto a las del príncipe estaban sobre el suelo.

—Oh dios mío... —murmuró, cubriendo su rostro con ambas manos. No sabía que hacer o sentir, aquello había sido tan especial para ella pero, ¿para Mehmed, cómo había sido? 

—Miray —Oh, maldita sea. La rubia se quedó inmóvil ante la voz de Mehmed, negándose a girar su rostro hacía él. —Mi ángel, buenos días, cariño.

Una fantasía, un sueño, una mentira, no le importaba realmente lo que fuera que estuviera viviendo, daría lo que fuera porque todo fuera así por la eternidad.

Esbozó una sonrisa y se dio la vuelta, quedando su rostro a centímetros de el del castaño, el cual imitó su acción. Mehmed depositó un casto beso en la frente de la rubia y acarició con delicadeza su mejilla, admirando su bello rostro, el cual era cubierto por algunos mechones dorados.

—Buenos días, mi príncipe —saludó Miray, sin poder despegar su mirada de esos cálidos iris.

—Llámame Mehmed —pidió, sin detener sus caricias en el rostro de la rubia.

—Buenos días... Mi Mehmed —murmuró, sintiendo la vergüenza dominarla, por lo que cubrió su rostro, arrepintiéndose de inmediato de sus palabras.

La dulce risa de Mehmed, teñida de felicidad la hizo descubrir su rostro y fijar su mirada en él. Miray pronto curvo sus labios, siendo contagiada por la risa del sehzade.

—Sí, soy tuyo, mi ángel —aseguró, atrayendo el cuerpo de Miray al suyo. —Soy tan tuyo como tú mía. 

Mehmed depositó un beso en la frente de ella y se puso de pie, cubriendo su cuerpo con una sábana y se acercó hasta la puerta de sus aposentos.

—Traigan el desayuno —ordenó, una vez que las puertas fueron cerradas estuvo a punto de darse la vuelta cuando la voz de Miray lo detuvo.

—¡No se de la vuelta, por favor! —pidió con vergüenza, mientras se apresuraba a vestirse.

El príncipe rio levemente, observándola por unos segundos de reojo, para después fijar su mirada en la puerta. Le parecía algo tonta la petición de su amada, después de todo la noche anterior la había visto completamente desnuda, pero respetaría su decisión, lo que ella quisiera lo haría.

—¿Puedo voltear? —cuestionó, con una leve sonrisa en su rostro.

—Sí —asintió Miray, alisando el vestido rosáceo. —¡Yo me daré la vuelta! Así podrá cambiarse —explicó Miray dirigiéndose hasta el castaño, quedando frente a la puerta. 

Mehmed no pudo evitar besar los dulces labios de su ángel antes de tomar su ropa y comenzar a vestirse.

Minutos después una criada del harén ingreso con la bandeja en manos, Miray la reconoció al instante, Clara, una criada que parecía tenerle coraje y que la odiaba, por alguna extraña razón que la rubia no comprendía. La mujer comenzó a dejar los alimentos sobre la mesa, sonrió levemente, quizá podría hacer algo para llamar la atención del sehzade.

El ángel del príncipe            ❝Sehzade Mehmed❞Where stories live. Discover now