The boss bitch

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Con el monto de seis cifras en mi cuenta corriente y cinco ceros, llegó la prosperidad. Y la gloria. Y el poder. Porque el que tiene plata hace lo que quiere.

Por ello, me pasé la mayor parte del día en el supermercado, comprando todo tipo de comida vegana, sin fijarme en el precio.

¿Así se sentiría Rockefeller?

Tiembla Bill Gates, que te voy a quitar el puesto en Forbes.

Luego de despilfarrar y comprar compulsivamente, como heredera Hilton, pasé por una peluquería del centro de Port Angeles, para que reemplazaran mi improvisado corte de cabello, por algo que no implicara una peluca o pelos postizos.

El peluquero, un amable y parlanchín sujeto de edad madura, me estuvo entreteniendo con su cháchara amena, lo que duró la promoción de corte, masaje y brushing.

A eso de la hora de la cena, salí del establecimiento con un peinado digno de cantante pop y olor a champú de salón, además de una sencilla manicure francesa.

Tremenda facha, la complementé con unas gafas Rayban pirata, que vendía un ambulante, en la esquina de un semáforo.

***

Mi llegada a casa, fue anticipada por la estruendosa canción que resonaba en el auto, acompañada de mi canto de urraca.

Willy, apostado en el porche, me esperaba con los brazos cruzados y una expresión de enfado.

—¡Willy! —Saludé, acomodándome las gafas de sol sobre la cabeza, al tiempo que descendía del vehículo. —¡Ven a echarme una mano!

El aludido, seguía mirándome con desconfianza desde la entrada de la casa, mientras me esforzaba por bajar la mayor cantidad de bolsas desde los asientos traseros.

—¡Mueve los panes, hombre! —Exclamé, al percatarme de que se movía con la rapidez de una tortuga atravesando un campo minado.

Volvió a escrutarme con suspicacia, hasta que reparó en mi atuendo. Su cara reflejaba una mezcla de horror e ira, que me heló la sangre, cuando empezó a hablar.

—Julieta Gertrudis González Tapia... Es eso un...

—El abrigo es de piel sintética. Lo juro. Estaba de oferta en el supermercado. —Me excusé, entre palabras atropelladas. — Y según yo se parece al de ese video... —Al no recordar el nombre de la canción, imité escuetamente la coreografía, haciendo que Willy desviara la mirada, avergonzado.

—Ok... Te creo... blackturra.

—Envidioso. —Repliqué acomodando un mechón teñido de rubio platinado tras de mi oreja.

La etiqueta de los anteojos de sol se enredó entre mis dedos y mi pelo. Solté un quejido, cuando finalmente la pude quitar.

—¿Qué es todo esto? — Inquirió cuando vio la cantidad de bolsas que se apilaban.

Rodé los ojos.

—Comida, genio.

Una vez, descargado todo y mientras ordenábamos la despensa, volvió a mirarme con sospecha.

Metió la mano a una bolsa al azar y esbozó una sonrisa, gratamente sorprendido.

—¿Salchichas doña Rosita?

A nuestro encuentro, saltó Sunny, restregándose contra sus piernas.

—También tengo algo para la bebé de la casa... —Anuncié rebuscando entre las bolsas de supermercado. — ¡Comidita premium!

La pequeña criatura, corrió hasta mí, estirando su cola peluda, sin dejar de mirarme con sus ojos grandes y hambrientos.

—Todo lo mejor para mis bestias. —Sonreí orgullosa.

(Fanfic de Luna Nueva) Temporada de corazones rotosWhere stories live. Discover now