Capítulo 26

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Cuando se acabó la cena, Dumbledore se levantó y pidió a los alumnos que hicieran lo mismo. Entonces, a un movimiento suyo de varita, las mesas se retiraron y alinearon junto a los muros, dejando el suelo despejado, y luego hizo aparecer por encantamiento a lo largo del muro derecho un tablado. Sobre él aparecieron una batería, varias guitarras, un laúd, un violonchelo y algunas gaitas. Las Brujas de Macbeth subieron al escenario entre aplausos entusiastas. Eran todas melenudas, e iban vestidas muy modernas, con túnicas negras llenas de desgarrones y aberturas. Cogieron sus instrumentos, y Harry, que las miraba con tanto interés que no advertía lo que se avecinaba, comprendió de repente que los farolillos de todas las otras mesas se habían apagado y que los campeones y sus parejas estaban de pie.

—¡Vamos! —le susurró Draco con una sonrisa — debemos abrir el baile Potter.

Al levantarse, las Brujas de Macbeth empezaron a tocar una melodía lenta, triste, a decir verdad. Harry fue hasta la parte más iluminada del salón, evitando cuidadosamente mirar a nadie, aunque vio a Seamus y Dean, que lo saludaban con una risita, y, al momento siguiente, Draco le tomo de la mano acercándolo hacia él. Harry por inercia se colocó correctamente en posición de Vals, robándole una sonrisa divertida Draco.

No era tan terrible como había temido, pensó Harry.

De un momento a otro Draco se acercó más a Harry clavando su mirada en su rostro, y sin poder evitarlo Harry se perdió en los ojos de Draco. Y sin darse cuanta Harry se dejó guiar en el baile desplazándose con maestría sobre la recién pista de baile, dando tantas vueltas como si él hubiera sido instruido desde hace años en el baile. Incluso los destellos de cámaras no lograron sacarlos de su burbuja. Ambos se sentían observados, pero lo ignoraban con facilidad.

Dumbledore bailaba con Madame Maxime. Era tan pequeño para ella, que apenas llegaba con la punta de su alargado sombrero a hacerle cosquillas en la barbilla, pero ella se movía con bastante gracia para el tamaño que tenía. Ojoloco Moody bailaba muy torpemente con la profesora Sinistra, que parecía temer a la pata de palo. A su lado paso Severus Snape y Davina Diggory quienes bailaban con fluidez y elegancia para asombro de los estudiantes, avivando los rumores cuando la señora Diggory recargo su cabeza en el hombro del profesor Snape dejándose guiar en el baile.

Al terminar la tercera cancion, Draco se ofreció a ir por algo para beber, mientras Harry iba a sentarse junto a Ron. Paso por al lado de Fred y Angelina, los cuales bailaban de forma tan entusiasta que la gente se apartaba por miedo a resultar herida.

—¿Qué hay? —le preguntó Harry a Ron. Ron no respondió.

No quitaba ojo a Hermione y Nott, que bailaban cerca de ellos. Luna movía su cuerpo al compás de la música. De vez en cuando le dirigía una pequeña sonrisa a Ron.

Hermione se acercó y se sentó en la silla a lado de Harry. Estaba un poco sofocada de tanto bailar.

—Hola —la saludó Harry. Ron no dijo nada.

—Hace calor, ¿no? —comentó Hermione abanicándose con la mano— Theodore acaba de ir por bebidas.

—¿Theodore? —dijo Ron con furia contenida— ¿Todavía no te ha pedido que lo llames Theo?

Hermione lo miró sorprendida.

—¿Qué te pasa? —le preguntó.

—Si no lo sabes, no te lo voy a explicar —replicó Ron mordazmente. Hermione interrogó con la mirada a Harry, que se encogió de hombros.

—Ron, ¿qué...?

—¡Es de Slytherin! —soltó Ron— Tú, tú estás... —Ron estaba obviamente buscando palabras lo bastante fuertes para describir el crimen de Hermione— ¡confraternizando con el enemigo, eso es lo que estás haciendo!

Traición (Libro 2)Where stories live. Discover now