Capitulo 54

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El miércoles por la noche, durante la cena, notó como si un ladrillo hubiera caído dentro de su estómago cuando la señora Weasley se volvió hacia él y, con voz queda, dijo:

—Te he planchado tu mejor ropa para mañana por la mañana, Harry, y quiero que esta noche te laves el pelo. Una buena primera impresión puede hacer maravillas.

Ron, Hermione, Fred, George y Ginny dejaron de hablar y miraron a Harry. Éste asintió con la cabeza e intentó seguir comiéndose la chuleta, pero se le había quedado la boca tan seca que no podía masticar.

—¿Cómo voy a ir hasta allí? —le preguntó a la señora Weasley intentando adoptar un tono despreocupado.

—Te llevará Arthur cuando vaya a trabajar —contestó ella con dulzura.

El señor Weasley, que estaba sentado al otro lado de la mesa, sonrió para animar a Harry. Éste miró a Sirius, pero antes de que pudiera formular la pregunta, la señora Weasley ya la había respondido.

—El profesor Dumbledore no cree que sea buena idea que Sirius vaya contigo, y he de decir que yo...

—... opino que tiene mucha razón —continuó Sirius entre dientes.

La señora Weasley frunció los labios.

—¿Cuándo te ha dicho Dumbledore eso? —preguntó Harry mirando a Sirius.

—Vino anoche, cuando tú estabas acostado —terció el señor Weasley.

Sirius, malhumorado, clavó el tenedor en una patata. Harry bajó la vista y la fijó en su plato. Saber que Dumbledore había estado en aquella casa la víspera de su vista y no había ido a verlo hizo que se sintiera aún peor, si eso era posible. Aunque, Harry analizo, una parte de él se sentía aliviado, había mejorado en sus mentiras en las últimas semanas, por la recomendación de Snape, sus amigos, los Weasley y el reto de la orden (sin contar a Ojoloco, quien desconfiaba de su propia sombra) habían caído en ellas fácilmente. Sirius y Lupin sin embargo no se las tragaban tan fácilmente, si ellos dos podían dudar de sus mentiras, como haría caer a Dumbledore en ellas.

A la mañana siguiente, Harry despertó de golpe a las cinco, como si alguien le hubiera gritado en la oreja. Se quedó unos instantes tumbado, inmóvil, mientras la perspectiva de la vista disciplinaria llenaba cada diminuta partícula de su cerebro; luego, incapaz de soportarlo más, saltó de la cama y se puso las gafas.

Kreacher le había dejado un traje negro con una camisa verde oscuro a los pies de la cama, remplazando por completo los vaqueros y una camiseta lavados y planchados que la señora Weasley le dio antes de dormir. El comportamiento del elfo hacia Harry aún era frio y distante, ignorándolo la mayor parte del tiempo, pero en el momento que había algo que al elfo no le parecía que Harry debía comer los reemplazaba por completo susurrando por lo bajo protestas o insultos dirigidos a la señora Weasley por su forma incompetente de cocinar. Harry se vistió, encontrando desconcertante que la camisa no tuviera botones en las mangas. El cuadro vacío de la pared rió por lo bajo.

Se detuvo un momento en la puerta donde dormía Ron, seguramente se encontraba tirado en la cama, con la boca muy abierta, profundamente dormido. Procurando no pensar en la próxima vez que vería a Ron, cuando quizá ya no fueran compañeros de clase en Hogwarts, Harry bajó la escalera, pasó por delante de los antepasados de Kreacher y se dirigió a la cocina.

Se había imaginado que la encontraría vacía, pero cuando llegó a la puerta oyó un débil murmullo de voces al otro lado. Abrió y vio al señor y a la señora Weasley, Sirius, Lupin y Tonks sentados a la mesa como si estuvieran esperándolo. Todos estaban vestidos para salir, excepto la señora Weasley, que llevaba una bata acolchada de color morado. La mujer se puso en pie de un brinco en cuanto Harry entró en la cocina, callando la pregunta de porque estaba vestido de esa manera.

Traición (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora