Capitulo 38

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Harry sintió que los pies daban contra el suelo. La pierna herida flaqueó, y cayó de bruces. La mano, por fin, soltó la Copa de los tres magos.

—¿Dónde estamos? —preguntó.

Cedric sacudió la cabeza. Se levantó, ayudó a Harry a ponerse en pie, y los dos miraron en torno. Habían abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que habían viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo, y la pequeña esfera que los acompañaba había desaparecido también. Se hallaban en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica. Cedric miró la Copa y luego a Harry.

—¿Te dijo alguien que la Copa fuera un traslador? —preguntó.

—Nadie —respondió Harry, mirando el cementerio. El silencio era total y algo inquietante—. ¿Será esto parte de la prueba?

—Ni idea —dijo Cedric. Parecía nervioso—. Saca tu varita y por nada del mundo te separes de mí.

—Sí —asintió Harry, contento de que Cedric se hubiera anticipado a sugerirlo. Sacaron sus varitas. Harry seguía observando a su alrededor. Tenía otra vez la extraña sensación de que los vigilaban. Cedric en cambio, deseaba que el encantamiento de Orion se terminara para poder convertirse en licántropo. Maldiciéndolo por convencerlo de usarlo en todas las pruebas para que la competencia "fuera justa"

—Alguien viene —dijo de pronto Cedric.

Escudriñando en la oscuridad, vislumbraron una figura que se acercaba caminando derecho hacia ellos por entre las tumbas. Harry no podía distinguirle la cara; pero, por la forma en que andaba y la postura de los brazos, pensó que llevaba algo en ellos. Quienquiera que fuera, era de pequeña estatura, y llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro. La distancia entre ellos se acortaba a cada paso, permitiéndoles ver que lo que llevaba el encapuchado, parecía un bebé... ¿o era simplemente una túnica arrebujada? 

Harry bajó un poco la varita y echó una ojeada a Cedric. Éste le devolvió una mirada de desconcierto. Inconscientemente se acercaron más cerca entre sí. Uno y otro volvieron a observar al que se acercaba, que al fin se detuvo junto a una enorme lápida vertical de mármol, a dos metros de ellos. Durante un segundo, Harry, Cedric y el hombrecillo no hicieron otra cosa que mirarse. Cedric canalizaba su magia para deshacerse del embrujo, lo podía sentir sobre su piel, casi como una fina capa de bloqueador. Solo un poco más, y seria liberado. 

Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz empezó a dolerle a Harry. Fue un dolor más fuerte que ningún otro que hubiera sentido en toda su vida. Al llevarse las manos a la cara la varita se le resbaló de los dedos. Se le doblaron las rodillas. Cayó al suelo y se quedó sin poder ver nada, pensando que la cabeza le iba a estallar. 

El encantamiento se rompió, dejando a Cedric tener acceso a sus poderes sobrenaturales. Miro el rostro del hombrecillo, era casi idéntica a la de una rata. Jamás lo había visto. Pero la cosa que tenía en brazos tenía un aura escalofriante. Debian irse del lugar enseguida.

Desde lo lejos, por encima de la cabeza de Harry, oyó una voz fría y aguda que decía:

—Mata al otro.

Entonces escuchó un silbido y una segunda voz, que gritó al aire de la noche estas palabras:

—¡Avada Kedavra!

Cedric abrió los ojos con horror. El hombrecillo tembló demasiado cuando la escalofriante criatura en brazos hablo. Vio casi en cámara lenta como levantaba la varita, blanca como el hueso. La perfecta pronunciación de la maldición asesina, como la punta de la varita apuntaba en su dirección, pero... el hombrecillo temblaba demasiado, bajo la varita un poco, y al momento de lanzarla, su muñeca se movió a la derecha, en dirección a Harry. Sin pensarlo siquiera, Cedric se movió, cubriendo con su cuerpo a Harry.

Traición (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora