Capítulo 46

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De repente todo tiene sentido; su distancia, su mal humor, la relación incierta que llevamos. La seguridad con lo que esa mujer se presentó en la agencia. Todo, todo tiene sentido ahora y me siento como estúpida por haber pensado que un hombre como él se interesaría sinceramente por mí.

Siento que soy el hazme reír. Es como si todas las miradas de los presentes puestas sobre mí, me estuvieran juzgando el haber sido tan imbécil. Es que soy una imbécil para todas estas personas.  Todas y todos en la agencia saben algo sobre mi relación con Darío, y ahora deben estar riéndose de mí incredulidad.

—¿¿Tú sabías eso??— espeta Sofía mirándome con los ojos bien abiertos.

Levanto mi mirada hacia ella, y no soy capaz de articular ni una sola palabra.

Los ojos cubiertos de lágrimas, y el corazón roto, la dignidad por el suelo y el orgullo herido.

Hecho a correr, alejándome de ella y de los que me rodean.

Nunca debí aceptar, nunca, nunca. No debí creer en sus palabras y en sus promesas ¿por qué no me dijo la verdad? ¿Por qué me ocultó la existencia de esta mujer? Debía saber en dónde me estaba metiendo. Las cosas cambian mucho ahora, sabiendo que va a casarse, nada entre nosotros podrá ser igual.

Escucho que me llaman, es la voz de Bárbara, sin  embargo, no me detengo. Seguramente ella lo sabía, lo sabía y tampoco me lo dijo. Incluso me dejó venir a esta fiesta, sabiendo el papelón  que pasaría. Durante todo este tiempo me dejó que crea en él.

Ella y todos los que contribuyeron en esto, me han engañado. Y si están riendo de mí ahora mismo.

Salgo del hotel y empiezo a correr por la senda, levantando mi vestido para que no se ensucie o para no tropezarme con él. Estoy llorando como una estúpida sin poder contenerme, sin que me importe que la gente que se cruza en mi camino me vea en este estado, sin importarme sus murmullos y sus miradas. Parezco una loca, sí. Pero no es mi preocupación eso ahora mismo. Mi preocupación es otra, y tiene que ver con un corazón roto.

Solo quiero alejarme de Darío. Es lo único que quiero.

—¡Mierda!—mascullo cuando  se me dobla el pie, y me veo obligada a dejar de correr, quitarme los zapatos, y sentarme en la banquina más cercana.

Limpio mis lágrimas con fuerza quitándome todo el maquillaje de los ojos. Quedando seguro con aspecto deplorable.

Ni siquiera me importa ya tener un aspecto bonito.

Me había hecho muchas ilusiones, y me volvieron a defraudar.

—¡América!

¿Es él?

No, no, no. Es su voz. La única persona que puede hacerme calmar el dolor que siento, resulta ser la última persona que quiero ver.

DARÍO

En cuánto Polina mencionó que íbamos a casarnos, una incontrolable ira me tomó por completo. Quise subir al escenario yo mismo, y desmentirlo, hacerle quedar en ridículo frente a todos los presentes.

Algunos colegas que estaban más cerca, comenzaron a felicitarme, causándome más rabia. Pero lo peor sucedió cuando oí el ruido de un cristal caer al suelo, y miré hacía mi derecha, a unos metros, en la punta del salón, estaba América. Pensé que no vendría, y verla allí me desencajó por completo.

Inmediatamente capté el dolor de su mirada. En esos momentos ella debía estar odiándome, tanto como odiaba  a su ex novio, o quizás más. Después de todo yo había creado un mundo de fantasías para ella, que acababa de romperse.

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