Esta es la segunda parte del One Shot de cuando Tom engaño a su esposa disfrutenlo.
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Estaba sentada esperando a que Tom llegará, había reflexionado las cosas desde el momento en el que se había enterado de lo sucedido, no tenía las palabras exactas pero eso no impedía el gran odio que sentía por su aun esposo.
—¡Papá llegó, papá llegó!—Tobey fue el primero en correr hacia la puerta, Theo no tardó en seguirlo saltando hasta esta.
Anna estaba recargada en la barra de la cocina mirando hacia la puerta con una copa de vino en su mano, quizá era la tercera, o la cuarta, ¿Cómo sabría?
—¡Papá!—ambos niños gritaron al unísono aventándose hacia el.
—No saben cuanto los extrañe.—dejó caer la maleta tomándolos a ambos en brazos y pegándolos a su pecho—Los extrañe infiernos, todas las noches pensaba en ustedes.
Anna rió dándole un trago a su copa provocando que Tom volteara hacia ella frunciendo el ceño.
—¿Dije algo gracioso?
—No.—negó sonriendo—Es la alegría de por fin tenerte aquí.—hablo con sarcasmo—No podría estar más feliz, feliz feliz.—río y terminó su copa de un trago.
Tom frunció el ceño confundido al ver como caminaba hacia la habitación de los vinos y tomaba uno al azar para colocarlo en la barra, abrirlo y rápidamente llenar su copa dándole un trago profundo.
—¿Sí papá?—Theo llamó su atención.
—Lo siento campeón no te escuche.—lo miro—¿Qué sucede?
—Que si podremos ir al restaurante que prometiste el otro día.
—Si aquel con juegos y malteadas de colores, mamá dijo que teníamos que esperarte y ahora que estás aquí podremos ir todos juntos.
—Claro que si.—asintió—Por supuesto que sí.—beso la frente de ambos y los bajo—¿Por que no van a su habitación?. Quiero hablar con mamá.
—Esta bien.—ambos asintieron y después de sonreírle subieron corriendo las escaleras.
Tom caminó hacia Anna la cual no despegaba su mirada de la habitación de vinos, Tom siguió su mirada y agrando los ojos al verla casi vacía.
—¿Qué sucedió?
—Tire al piso todos los vinos personalizados.—contestó pasando la copa por sus labios—Las botellas de nuestros aniversarios, las del día del padre, cumpleaños, todas aquellas que te regalaron en conferencias, asociaciones y películas.—lo miro—Todas y cada una de ellas se fueron al piso con un leve movimiento. ¿Qué raro no?
—¿De qué hablas?
—Un pequeño empujoncito...Uno pequeñito puede mandar todo a la mierda.
—¿Qué sucede contigo?—se acercó hacia ella—¿Estás ebria?
