5

51 10 1
                                    

Reki se quedó sin habla apenas pararse frente a la muy elegante tienda de caligrafía con el nombre Sakurayashiki grabada con increíble belleza en la entrada, porque no podía ni imaginarse como es que conocía un hombre tan exitoso, o tal vez al que conocía era a su hijo. Sí, eso debía ser. Kaoru debía ser el hijo del dueño. Con eso en la mente Reki respiro profundo y se armó de valor para entrar.

La campana de la puerta anunciando su llegada lo hizo arrepentirse, aún más porque la recepcionista, con una sonrisa forzada, le informaba que el señor Sakurayashiki ya no atendería a nadie porque era casi hora del cierre. Reki estaba a nada de disculparse y salir de ahí a toda prisa, sus pies ya estaban girando en dirección a la salida cuando la puerta interior, la que daba al despacho, se abrió.

Kaoru abrió los ojos con enorme asombro, ni en sus más locos sueños pensó que esa tarde se toparía en la recepción de su despacho a Kyan Reki, cuanto menos vestido de aquella manera tan apropiada que lo hacía lucir mucho más joven. Claro que verlo salir huyendo con un semblante aterrado, como el de un pequeño zorro que huele el peligro de un arma apuntándole tampoco estaba dentro de esa categoría.

Kaoru abrió la boca, pero antes incluso de pensar que decir Reki salió despavorido de ahí. El pelirrojo desaprecio casi tan rápido como había aparecido frente al calígrafo, igual a un suspiro, un fantasma que apenas alcanzas a observar, una comparación que hizo a Kaoru ponerse en marcha con la mayor rapidez que le permitían sus sandalias zori.

Para cuando salió a la calle Reki ya estaba doblando la esquina, lo podría alcanzar sin ningún problema con su patineta, pero no estaba seguro si presentarse parado sobre Carla ayudaría en algo. Lo que hizo fue mandar un mensaje a su familia de skater con el mensaje de: Red estuvo aquí. Recibiendo al instante varios mensajes en respuesta.

Reki no paró de correr hasta llegar a su tienda favorita de ramen, algo dentro de él se había estremecido cuando vio a ese elegante y hermoso hombre de cabello rosa, si es que era un hombre. Fue un sentimiento de añoranza y temor... tal vez... vergüenza, como si hubiera hecho algo malo y debiera disculparse. Era el mismo sentimiento del día en que rompió por accidente el florero que su papá llevo a casa y que compraron entre todos los de su oficina para regale al jefe el día de su cumpleaños.

Recuerda haber llorado tanto pidiendo perdón, porque sabía que lo que hizo fue malo, muy malo y temía que su padre ya no lo quisiera, que le gritara cosas horribles. Por supuesto no lo hizo, pero su terror y angustia lo llevaron a imaginar lo peor.

Lo raro era que el señor Sakurayashiki no era pariente suyo, así que ese nivel de aturdimiento emocional no debería estar ligado a él. Fue todo eso lo que le obligo a salir corriendo, buscaba respuestas, pero ese asalto de emociones lo asustó.

―¿Todo bien chico? Te vez un poco pálido ―dijeron a un costado.

Reki respiró profundo para recobrar en parte la compostura, y luego elevó la mirada para encontrarse con un hombre alto, musculoso de piel bronceada y cabello ondulado de un verde bosque oscuro.

―Si tienes algún problema podría ayudarte, o llamar a tus padres ―ofreció Kojiro con el tono más amable de voz que encontró en su repertorio.

Hacía apenas un par de minutos que recibió el mensaje de Kaoru, y Joe considero que si Reki estaba buscando pistas de su vida lo más lógico es que se asustara al toparse de manera abrupta a Kaoru. Porque siendo sinceros a pesar de su apariencia andrógina era el que tenía el semblante más duro y frio.

―Estoy bien, gracias ―aseguró Reki parpadeando un par de veces. El aura cordial y protectora que emanaba le hizo sentir a salvo.

Kojiro se rascó la nuca mientras sus ojos miraban al cielo. Había salido a buscar a Reki preocupado de lo que la impresión de ver a Kaoru podría desencadenar; que podría ser desde que recordara algunas cosas sobre ellos, hasta que como vaticino el médico a cargo, sufriera un colapso. Por suerte lo encontró y aunque al principio temió al ver su palidez y desconcierto, ahora se angustiaba por el cómo proceder. ¿debería presentarse? ¿Decirle quién era? ¿o por lo menos que ya se conocían? ¿hacerse el desentendido y como un completo extraño simplemente dar media vuelta y dejarlo tranquilo?

OlvidoWhere stories live. Discover now