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—¿Qué es exactamente lo que recordaste? —preguntó Hinohara mirando de frente a Reki con bolígrafo en mano y un gesto apacible, como si buscara hacerle saber que no llevaba prisa y estaba complemente dispuesto a esperar a que estuviera listo.

Reki respiró profundo, sentado en el sofá sujetó la mano de Miya con fuerza mientras bajaba la cabeza y comenzaba recitar toda la serie de menosprecios, entre los cuales el menor pudo distinguir las que él mismo pronuncio en su momento.

Aquellos sin talento deberían quedarse fuera.

Miya estaba muy arrepentido de haberlas pronunciado porque sólo hasta ahora venía a darse cuenta del verdadero efecto, de la herida que le causo a una de las personas más importantes de su vida, y... lo llamaba LIMO.

—Yo... sé que estoy mal —lloró Reki, —que no debí comportarme así con él, pero... al recordar todo eso de golpe sentí que el mundo se cerraba a mi alrededor. Langa no tiene la culpa de ser mejor que yo, no tiene ninguna responsabilidad de lo inútil y patético que puedo llegar a ser. Ni tengo derecho a hacerlo sentir mal por ser un Limo sin talento, una basura que no vale nada.

—Reki —nombraron Cherry, Joe y Miya.

Hinohara golpeó con su cuaderno de notas el escritorio logrando que cualquier protesta muriera antes de ser pronunciada; se puso de pie al tiempo en que les sugería de manera enérgica a los tres acompañantes que salieran. Necesitaba hablar a solas con su paciente. Una vez que abandonaron el consultorio, el doctor reanudo la terapia.

—Reki, ¿has tendió antes de recordar todo lo que me contaste, sentimientos de autodesprecio o depresión? —cuestionó el médico con tono medido.

Reki lo considero un par de segundos antes de asentir con la cabeza.

—¿Exactamente cuándo?

—No estoy muy seguro, creo que todo el tiempo, solo que menos intenso. Como una pequeña espina que te molesta constantemente, pero que no duele del todo hasta que se entierra en la piel.

—¿Y en este preciso instante, crees que todo lo que dijiste de ti mismo es cierto?

—No lo sé... —dijo con demasiada vacilación, siendo obvio para el doctor que la respuesta era un rotundo sí.

—Pues podrías pensarlo desde la perspectiva de que tienes allá afuera a tres amigos muy preocupados por ti. Que por lo que me contaste, basto una llamada para que corrieran a tu lado. Si valieras nada, ellos no te apreciarían tanto.

Reki miró al hombre de bata, parpadeo un par de veces antes de abrir la boca sin lograr que la protesta que pensaba dar se emitiera.

—Reki. Desde antes que despertaras tu familia y amigos han estado aquí. Incluso el señor Sakurayashiki vino a verme un par de veces para saber cómo iban las cuentas del hospital.

—¿Kaoru-san hizo eso? —decir que estaba sorprendido era poco. 

—Sí, y no fue el único. El niño también vino a verme cuando tus dolores de cabeza comenzaron a aumentar, quería saber si era normal y si podía hacer algo para aminorarlos.

—Miya...

—El señor Nanjo se presentó acompañando a tu madre en varias ocasiones como apoyo emocional.

—Mi madre dijo que estaba bien, que no necesitaba preocuparme —murmuró Reki apretando las manos en puño. —Pero sospechaba que estaba desahogando sus preocupaciones con alguien más. Papá esta casi todo el tiempo esta fuera porque es agente de turismo, así que siempre la ha tenido difícil para criar a cuatro niños.

OlvidoWhere stories live. Discover now