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El festival empezó temprano y el bullicio en la escuela era una algarabía alegre que Reki encontró encantador. Con paso decidido se adentró por los pasillos atiborrados de alumnos que corrían de un lado a otro rumbo a su salón, en su pecho aletea la ansiedad y un poco de vergüenza con respecto al Kimono que cargaba entre sus manos bien resguardecido en su empaque protector, pero estaba decidido a que este festival iba a disfrutarlo y eso incluía ver felices a sus amigos y familia. Kaoru-san y Nanjo-san prometieron llegar a medio día. Miya y Koyomi después de la escuela, ósea como las dos o tres de la tarde y esperaba que acompañados por su madre y las gemelas. 

Su padre había prometido intentar llegar, aunque no se hacía muchas ilusiones, pero al final eso no importaba porque si no recordaba nada de secundaria, al menos haría de este último evento memorable, y en definitiva usar el atuendo que Kaoru-san le presto lograría eso y mucho más. Era extraño pensar que apenas ayer no lograba encontrar la forma de evitar llevarlo puesto, y ahora... un suave rubor adorno sus mejillas, pues si no estaba entusiasmado con la idea al menos se sentía cómodo.

El salón era igual de bullicioso que los demás, sus compañeros movían los pupitres creando mesas un poco más amplias. Sobre ellas se colocaron manteles de colores pastel rosa, azul y amarillo. Todos se veían tan llenos de vida, tan felices que simplemente era imposible no contagiarse. En la entrada se había puesto una mesa con el menú es decir, con las fotos de chicas y chicos elegibles y el preció por hora estaba a un costado.

—La de Hasegawa-Kun se ve increíble —puntualizo Kotaro señalando la foto del mencionado. Y efectivamente, a pesar de ser la misma de su carnet de estudiante, Hasegawa se veía muy bien. —Estamos considerando que sea el de más demanda, así que para él pusimos el precio más alto, tiempo límite y sólo un turno por cliente.

Reki sonrió pícaramente sin decidirse si sentir envidia o lastima de la popularidad con las chicas de Hasegawa.

—Y como solicitaste, estas exentó del menú —afirmo mostrándole rápidamente que no había ninguna fotografía suya.

—Gracias —dijo Reki de verdad aliviado.

—No tienes por qué. Hiciste un gran trabajo, es lo menos que podíamos hacer para compensar todas las molestias que te hicimos pasar. Los festivales de años pasados fueron más o menos así. Se que no los recuerdas, pero no te estas perdiendo de nada. El día del festival desaparecías.

—¿Entonces nunca participe? —pregunto con las cejas levantadas de la sorpresa. 

—Pues nos ayudabas en todo lo que podías, pero participar... siempre creí que te desagradaba el ambiente tipo carnaval. En todo caso, me alegra que hoy estés aquí —concluyó Kotaro palmeando amistosamente el hombro de Reki.

Con cuidado colocó su pupitre y silla junto a la puerta, luego la cubrió con uno de los manteles para dejar el paquete de hojas que iba a usar para las gruyas y unas más que ya tenía armadas. Las pequeñas aves de colores se veían primorosamente dobladas mientras las iba alineando.

Una vez que estuvo satisfecho, tomó el kimono y espero pacientemente a que el vestidor improvisado que las chicas armaron quedara desocupado.

Uno por uno sus compañeros fueron emergiendo ataviados con yukatas de diferentes diseños y colores, tan hermosos que incluso les cambiaba el semblante.

—Reki-kun, eres el último —indicó Makio, se veía hermosa con su peinado alto y su atuendo de en color verde agua.

Reki se apresuró porque debían retirarlo para despejar ese espacio. Había practicado con Kaoru-san para colocarlo correctamente, así que no tardó mucho en vestirse. Lo difícil sería salir, mostrarse ante todos, el temblor en sus manos delataba cuan nervioso estaba. Con varias respiraciones profundas se armó de valor.

OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora