Pesadillas

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Will Graham, miró una vez más el reloj de su mesilla.

Las doce. Las doce y diez, la una... Un número distinto cada vez que abría los ojos. No podía dormirse y aunque estaba agotado, casi lo prefería a revolverse, mientras su cabeza se llenaba de imágenes sin sentido, que lo dejaban temblando de los pies a la cabeza.

—¡Las cuatro! —maldijo entre dientes al ver el despertador.

Cerró los ojos y trató de dormir una vez más, aunque se sentía igual de tenso que la última vez que lo intentó. Aunque esta vez lo consiguió.

****************

Estaba en un callejón oscuro. Estaba solo o al menos, él no creía que hubiese nadie más. Escuchó algo; el sonido de una puerta de metal al cerrarse, rebotando contra el marco y un grito de mujer. Miró hacia atrás, hacia el lugar por donde había entrado por si veía algún coche, al que poder parar para pedir ayuda, pero solo vio un callejón sin salida. Se llevó la mano al bolsillo de su cazadora, recordando su móvil y al meter la mano solo encontró su arma.

«¿Esto es real?». El arma se sentía pesada y fría entre sus manos. Tenía que ser real.

Caminó hacia el lugar donde había escuchado los gritos. Justo debajo de la escalera de incendios encontró entreabierta una puerta de metal oxidada. Will, la abrió con el pie y entró pegando su cuerpo contra la pared. Las manos le temblaban. No quería tener que volver a disparar a nadie.

—Cálmate, Will —se dijo en un susurro—. Cálmate, Will.

Aquello, era un antiguo almacén lleno de mobiliario mohoso y plásticos de embalar. La escasa luz que había, venía de las farolas de la calle y de un par de bombillas desnudas en el techo. Tenía que esforzar la vista para poder distinguir algo.

Escuchó como arrastraban algo por el suelo y una respiración agitada.

—Era solo cuestión de tiempo —se quejó apesadumbrado una voz de hombre antes de echarse a reír. Una risa vacía de alegría, pero llena de desesperación.

Will se escondió detrás de unas mesas destartaladas y aguantó la respiración como si así pudiera evitar que le descubrieran. Se atrevió a asomarse desde su escondite, pero estaba lejos para ver algo. Si quería saber qué estaba pasando, tendría que acercarse un poco más.

Al fondo, había un hombre de espaldas a él. Pudo definir que era más o menos de su estatura, aunque caminaba encorvado y tenía su misma complexión. Vestía harapos y estaba descalzo.

El hombre se agachó para recoger algo del suelo; el cuerpo inerte de una mujer. No sabía si estaba muerta, sin embargo, su vestido estaba cubierto de sangre y tenía el rostro blanco como el de un fantasma. El hombre la apoyó contra la pared y apretó su cuerpo contra el suyo para poder soltarla y sujetar una de sus muñecas contra la pared mientras con la otra sostenía una pistola neumática contra su muñeca.

«¿Va a exhibirla como a un trofeo? ¿Cuál es su perfil, Will?», se preguntó a sí mismo. «¿Y eso? ¿De qué podía servirte ahora?».

—Era cuestión de tiempo, Will —repitió la voz del hombre frente a él, aún de espaldas.

¿Le había descubierto? No. No hablaba con él. Poco a poco, Will se fue colocando tras el desconocido, apuntándole directamente a la cabeza. Le temblaban tanto las manos, que no creía que pudiera acertarle aun pudiendo disparar.

El hombre apartó el cabello del rostro de la mujer y entonces Will, se dio cuenta de que la conocía.

—¿A-Alana? —balbuceó Will.

—¿Quién? ¿Quién anda ahí? —El hombre se iba a dar la vuelta y Will pensaba vaciar aquel maldito cargador sobre él, sin tan siquiera pestañear hasta que vio su rostro, vio su propio rostro en aquel hombre.

Needing me (Hannigram)Where stories live. Discover now