¿Qué eres tú?

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Ana terminó de colocar los cuadernos en el escaparate de su copistería. Dio un par de pasos atrás y lo miró con los brazos apoyados en las caderas. Ana sonrió. Le gustaba como había quedado la decoración con todos esos cuadernos de colores fosforescentes. Incluso a esas horas de la noche los rosas, amarillos y naranjas se veían brillar. Estaba ansiosa por ver la cara de los chavales que pasaban frente al escaparate cada mañana camino del colegio.

Al escuchar un ruido, desde la trastienda donde guardaban las maquinas, Ana se detuvo un instante.

—Qué raro —murmuró—Su marido no vendría a recogerla hasta dentro de una hora y con lo tarde que se había hecho más le valdría llegar puntual.

Cogió una caja de detrás del mostrador y deslizó el cúter sobre la cinta  abriendo la caja. La máquina de impresión de la trastienda empezó a hacer ruido como cuando se calentaba al encenderla por las mañanas y esta vez estaba muy segura de no habérselo imaginado. Dejó la caja en el suelo y buscó el móvil en el bolsillo de sus vaqueros.

—Mierda... lo dejé en el bolso... Muy bien Ana —se dijo en un susurro—A ver. Piensa... «Si fuera un ladrón no se pondría a hacer fotocopias» —Ana sonrió pensando en gastarle una broma a su marido. Dejó el cúter sobre la mesa para no cortarle si se sobresaltaba y caminó despacio hasta la puerta tratando de asustarle.

Ana se asomó a la habitación. La luz estaba apagada, pero la enorme fotocopiadora iluminaba lo suficiente para ver la silueta de un hombre frente a la máquina. Ana dio un paso hacia él. Caminaba casi de puntillas camuflando sus pasos con la ruidosa máquina. Dos pasos más y estaría lo suficiente cerca para saltar sobre su espada o pincharle con un dedo en el  costado. Se moría por ver su cara de susto.

Un paso más.

Se fijó en que llevaba un jersey de cuello vuelto y guantes. «¿Por qué se había cambiado de ropa?» Ana se detuvo con un pie levantado a punto de acercarse más. ¿Por qué le parecía más alto? Tragó saliva. El pechó de Ana se movía con cada respiración. ¿Por qué imprimía aquellas fotos? Ana retrocedió tropezando contra algo y él se volvió soltando una maldición.

Ella salió corriendo de la trastienda.  Saltó esquivando unas cajas. Solo tenía que llegar a la calle y pedir ayuda.   Le sentía detrás. Ana agarró el pomo de la puerta y sintió como esta se abría. Escuchó las cajas detrás de ella cuando el hombre tropezó. Ana tiró de la puerta y sintió el aire de la noche sobre su cara cuando el hombre la sujetaba por el brazo con tanta fuerza que lo oyó crujir.

Ana gritó mientras la arrastraba adentro de nuevo y la llevaba a la oscura trastienda. Trató de agarrarse al mostrador donde estaba el cúter y lo rozó con los dedos antes de verlo caer al suelo. Él continuó tirando de ella. Se sujetó con ambas manos al marco de la puerta, pero era demasiado fuerte.

La empujó contra la máquina de las fotocopias haciendo que todas las hojas se desparramaran sobre el suelo. Ana forcejeó. Movió las piernas tratando de patearle. Liberó una de sus manos soltándole un bofetón y clavándole las uñas en el rostro enfureciendo le aún más. Corrió de nuevo hacia la puerta tirando lo que tenía delante para que no pudiera seguirla, pero la agarró con mucha más fuerza.

—¡Déjame ir! ¡Llévate lo que quieras! ¡Déjame!

Él no dijo nada solo respiraba con fuerza mientras la arrastraba. El hombre abrió la tapa de la fotocopiadora y la golpeó la cara contra el cristal de la máquina. Ana se sintió aturdida y entonces él cerró la tapa con todas sus fuerzas contra ella una y otra vez. Y entonces Ana ya no sintió nada, ya no sintió su sangre caliente resbalar de su cabeza hacia su boca ni como la luz de la fotocopiadora se movía sin parar de izquierda a derecha repitiendo sus últimos momentos ni a él sujetándola. Nada más. Nunca jamás.

Needing me (Hannigram)Where stories live. Discover now