Sucesos extraños. Cápsulas que caen del cielo, una enfermedad contagiosa y...un chico.
Aquello sucedió de forma tan rápida que en cuestión de horas todos se habían convertido en...zombies? Infectados? llámenlos como quieran. Estando en esa situación...
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Los buenos recuerdos existen para poder sonreír y los malos para darnos cuenta de que en la vida no todo es bueno. Esos mismos recuerdos son los que nos caracterizan y son capaces de controlar nuestro estado de ánimo, es lo que nos da humanidad.
Con ese concepto jimin comprendió que lo que estaba sintiendo era debido a la cantidad de recuerdos que pasaban por su mente en ese instante. Eran tantas las memorias que se sentía indispuesto, casi que temiendo poner un pie en aquel lugar por el temor de lo que podría suceder.
Si le daban a elegir preferiría quedarse en casa mil veces sin hacer nada, el simple hecho de estar encerrado en su habitación le hacía sentir pleno, agusto y feliz. Pero claro...los demás no comprendían eso.
Sus ojos observaron intranquilos su teléfono. Tan solo necesitaba que la campana sonara. Tenía en mente pasar lo más desapercibido posible durante el día hasta el final de las clases y regresar a casa totalmente a salvo, tan solo esperaba no tener que incluir malos momentos en ese plan.
Si le había puesto la hora correctamente a su teléfono faltaban exactamente dos minutos para que sonara la campana, por lo que salió sigilosamente de detrás del árbol en el que se había escondido y fue en dirección a la entrada. Una ventaja de la que se había percatado era que todos parecían ignorarlo, lo que contaba como un punto a su favor y facilitaba su misión de "sobrevivir" como él la llamaba.
Y así de lamentable fue como dió inicio su primer día escolar después de unas largas vacaciones.
En el interior todo estaba prácticamente igual a como solía recordarlo. Los alumnos caminaban de un lado a otro charlando, riendo e incluso gritando. Todos parecían emocionados de regresar y en realidad tenían un motivo, todos los alumnos, sin excepción, tenían un grupo de amigos al cual apegarse, lo que lo dejaba a él en una posición extremadamente baja al no tener siquiera uno.
Jimin a veces se preguntaba que se sentiría pertenecer a uno de esos grupos, si lo hiciera no tendría que volver a almorzar solo o pasar los recreos en el árbol del patio, pero si no tuvo amigos en un principio no los tendría ahora.
Sigilosamente y casi que encogido se desplazó a lo largo de los pasillos en busca de su salón de clases.
La tarea se le dificultaba un poco al mantener la vista puesta en sus zapatos, un gorro de pescador obstruyendo su visión y encima unas gafas que según él servirían para verse lo menos sospechosos posible.
Lo que no sabía era que estaba haciendo totalmente lo contrario.
Jimin tenía muchas cosas en mente como para darse cuenta de que estaba llamando la atención de sobremanera, pero sin duda su peor error fue no mirar hacia adelante. Tal vez y solo tal vez si no se hubiera colocado ese gorro hubiera evitado lo que pasaría a continuación.
Sumido en su propósito y a paso veloz caminó ignorando las miradas sobre su persona, su única meta era llegar al salón sin toparse con absolutamente nadie, pero como siempre, y gracias a los accesorios que imposibilitan ver más allá de su nariz terminó chocando contra algo; o mejor dicho, contra alguien.
