KAPÍTULO TREZ: OREJAZ PUNTIAGUDAZ

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Cierto día presencié algo insólito, algo que no podría haberme imaginado en mis más desbocadas fantasías, tan inconcebible que se alejaba de los reinos de la realidad y me atrevería decir que de los reinos de la disformidad. Dos figuras altas, níveas, gráciles y tan bellas que no hay palabra humana que pueda hacerles justicia, abordaron el "Kiebra Enklenklez"; sus ropajes eran negros con bordes carmesíes y ornatos dorados, por lo poco que aprendí de astronavegación puedo decir que eran estrellas, seguramente del sector al que pertenecían tan inusuales visitantes; sobre sus negros y luminosos cabellos usaban unas tiaras doradas, cada una eran tres tubos delgados entrelazados con florituras finamente talladas.

- ¡Preparen ezta nave, zaldremoz de inmediato! -ordenaba el Kapitán con una voz grotescamente cómica.

No podía distinguir si eran aeldari machos o hembras, sus rasgos andróginos hacía muy difícil diferenciarlos; caminaron por la rampa de acceso con una gallardía exultante, obviamente no eran prisioneros. En aquel momento no sabía que pensar sobre estos visitantes, ni sabía porque el Kapitán les permitía navegar con nosotros.

- ¿Jefe, por ké eztan ezoz orejaz puntiagudaz dentro del kruzero? - preguntó un orko de rostro grotesco y una espalda encorvada.

-Porke azi lo kiero, ahora ezpabila. Ve a preparar tu armadura, Puño ladrillo, zaldremoz dentro de poko.

Bloddflagg a pesar de su agresividad no parecía intimidar a sus chikoz, quizás era respeto lo que mantenía a la tripulación bajo sus órdenes. Se retiró a su camarote.

Aquellos intrigantes invitados anduvieron por todos lados, observaron a los orkoz en sus rutinas. Los vieron recoger chatarra y reparar de forma rústica las grietas de la destartalada nave. Contemplaron a los pieles verdes darse de cabezazos entre sí por diversión. Un orko parecía no tener amigos, podían estar en un pequeño subgrupo por semanas, para en un arranque de belicismo matar a su compañero sin remordimiento, en cambio gruñían en gozo y los otros chikoz se unieron en su celebración. Uno de los aeldari aplaudió durante esta situación, los orkoz se tornaron hacia el xeno de orejas puntiagudas. Parecían querer destriparlo o destriparla, hasta el día de hoy no puedo asegurar el género del xeno.

Su maestro tuvo que llegar a calmar la situación, usando la autoridad del Kapitan para menguar los ánimos de los pieles verdes. Tras esto reprendió a su aprendiz con rudeza, desconozco su lengua, más reconozco cuando a alguien le aleccionan verbalmente, fue la única vez que oí elevarse la voz del aeldari por encima del suave canto que usualmente utilizaba.

Más tarde, durante "la cena" de la tripulación, estuvieron atentos a este ritual, el orko chef con sus kanijoz ayudantes sirvieron una mesa entera con cortes de garrapatos, frutas y partes diversas de xenos; pude observar una mano que parecía humanoide, los aeldari no parecieron inmutarse, yo, sin embargo, me estremecí. Una vez servido el alimento comenzó el frenesí, los chikoz se golpeaban, empujaban y se robaban la comida unos a otros. Entre risas, insultos y violencia se alimentaban, los kanijoz que fueron aplastados también terminaban por unirse al menú del día. Yo tenía que hacerme con mi sustento como ellos si no quería morir de inanición; me escabullí entre las armaduras de chatarra, músculo masivos y el olor a hongos podridos, no alcancé a llegar a la mesa, más un par de trozos de fruta de considerable tamaño rodaron hasta mí, tenían marcas de mordida y baba de orko, aún así era mejor retirarme con mi botín como hacían los kanijoz más inteligentes, antes de ser aplastado por los pieles verdes más grandes. Esquivé sus enormes botas y sus intentos por quitarme lo poco que conseguí, salí justo por donde estaban los aeldari observando, mi miraron intrigados por un segundo antes de enfocarse nuevamente en los orkoz.

Aunque no hubiera noche o día los pieles verdes tenían un ciclo circadiano constante; antes de ir a sus horas de descanso prenden fogatas echando leños podridos y aceites inflamables de un olor agresivo.Se reunían alrededor y se entrenaban unos a otros en brutales combates mano a mano; los verdosos, grotescos y desproporcionados músculos se hinchaban con cada golpe, el conflicto los tonificaba, cada puñetazo acertado era avivado por sus compañeros. Las cabezas son sacudidas violentamente con los golpes, los "piñoz" fueron arrancandos, los kanijoz recogían los dientes caídos para entregarlo al ganador al final de la contienda. Los visitantes desde una distancia prudente recogían la información visualmente. Por fin lo había comprendido, estudiaban a los orkoz, solo me faltaba saber porque motivo lo hacían y porque el Kapitan lo permitía.

No se lo preguntaría al Kapitan, podría tomárselo mal y aplastarme; era mejor interrogar a los aeldari, en el peor de los casos me desdeñarían sin más.

-Saludos, estimados visitantes, su presencia es grata para mí; no obstante me produce intriga- dije con soltura y delicadeza, haciendo lo posible por agradar a mis receptores.

Los aeldari me miraron inqusitivamente, yo esperaba su respuesta, más no me hablaron; quizás no supieran hablar gótico pensé.

El maestro por fin habló -Saludos, esclavo. Según entiendo sientes curiosidad por nuestra presencia. Disculpa si no pronuncio adecuadamente las palabras de tu bárbaro lenguaje- el aeldari gesticulaba con dificultad, parecía asqueado por hablar gótico.

Si yo hubiese estado en condiciones más favorables o con un ánimo más impetuoso no habría dudado en escupirle en el rostro; no obstante me hallaba en una inmensa carestía, y desvelar aquella intriga me alejaba un poco de ella.

-Claro. He notado que estudian el comportamiento de los pieles verdes. ¿Cuáles son sus motivos para ello?

- ¡Oh, un Mon'keigh de mente despierta! - dijo el otro xeno, tanto su voz como su cuerpo eran andróginos.

-Y más prudente que tú, Kla'en. Deberías aprender de él

El alumno dio una reverencia en dirección al maestro -Por supuesto, maestro Da'elith.

-Responderé lo mejor posible a tú pregunta. Para empezar soy el Anacoreta Da'elith, el cínico. Pertenezco al mundo astronave Myo'ju. He dedicado quinientos años a estudiar a los orkoz, pues me resultan seres sencillos y fascinantes, con una estructura social envidiable y una visión de la vida majestuosa por su misma sinpleza y crudeza.

Esto me dejó patidifuso, un aeldari de mundo astronave, probablemente los seres más vanidosos y egocéntricos de la galaxia, halagando a los pieles verdes.

-Veo que te ha sorprendido. Mi aprendiz tuvo la misma reacción; la verdad es que no soy el primero de mi especie en reflexionar sobre la forma de vivir de estas criaturas- mencionó con un entusiasmo rara vez visto en un aeldari.

No pude contenerme, tuve que preguntar - ¿Qué exactamente es lo fascinante sobre los orkoz?

En la cara del anacoreta se dibujó una sonrisa extraña y efusiva, un escalofrío me recorrió la espalda.

-En mis muchos años de estudiar y observar a los orkoz, he sido consciente de las capacidades de estos, y es hondamente injusta la reputación de obtusos que se les atribuye con rapidez. Son una raza de alta resiliencia, ya quisiéramos nosotros los aeldari poseer su exitoso método de reproducción, en un par de años nuestros menguantes números recobrarían la gloria de antes de nuestra caída. Lo que un aeldari le tomaría décadas y siglos de aprendizaje, para ellos es natural, sus máquinas aunque burdas son terribles, sus cómicas versiones de doctores cumplen su función de manera paradójicamente eficiente. Los acusamos de crudos, solo por no hacerse las preguntas que tan insistentemente ronda por nuestras mentes, no buscan el significado de sus vidas, pues su vida es el WAAAAGH. No se desviven por saber a dónde ir o qué hacer, el orko más grande tendrá la respuesta. No se preocupan por su futuro, pues este está asegurado. No conocen la angustia, pues tal concepto les es ajeno. Son innumerables, su alma está en paz y se regocijan en la guerra eterna de esta galaxia condenada. No creo que despreciemos su simpleza, la envidiamos.

Hasta ahora no entiendo exactamente lo que dijo, los aledari son extraños, y sus filósofos aún más.

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¡ALLÁ VAMOZ!: LAZ TRIPIANTEZ AVENTURAZ DEL KAPITAN BLUDDFLAGGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora