KAPÍTULO KUATRO: HAY CORSARIOS Y KORZARIOZ

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Habían pasado dos semanas desde que los aeldari embarcasen, no se usaron los motores disformes, fue un alivio, pues en ese tiempo no podía concebir que no hubiese nada que siquiera se pareciese a un generador de campo Gellar. Estos desquiciados, adentrarse en la disformidad sin un campo que los protegiese, una locura. Creía que eran estúpidos u osados, ¿cómo podría haber entendido en ese momento que se lanzansen al infierno sin escudo?

Aquel día fue sorprendido en múltiples ocasiones, la primera de las sorpresas fue cuando me percaté que los arrogantes xenos de orejas puntiagudas nos guiaron a uno de sus portales, una construcción titánica de kilómetros de circunferencia escondido en un meteorito que fue atrapado por la gravedad de un gigante gaseoso y ahora era otro más de sus satélites.

—Tal como he prometido, Kapitan Bluddflagg— profirió Da'elith.

El Kapitan sonrió, una sonrisa que jamás olvidaré, no le tomé mucha importancia en ese momento, pero era una sonrisa poco vista en un piel verde. No había malicia, avaricia o satisfacción; era una sonrisa que no supe reconocer ese día, más la segunda vez que lo vi pude comprender su significado. Llegaremos a ello en su momento, así que regresemos a la historia mi estimado lector.

— ¡Allá vamoz! ¡Chikoz! ¡WAAAAAGH!

— ¡Allá vamoz! ¡Allá vamoz!

La “Kiebra Enklenkez" ingresó por el portal, una luz caleidoscópica inundó toda la nave, no recuerdo haber visto tal belleza ni antes, ni después. Sería imposible para mí tratar de describir la munífica magnificencia que presencié en aquel lugar fuera de la realidad, fuera del tiempo y el espacio. No sé cuánto tiempo estuvimos ahí, pues me pareció un suspiro. Salimos en un instante.

— ¿Aki ez? — Bluddflagg perdió su sonrisa.

—Pedirte paciencia seria insustancial, más es lo único que debea hacer ahora— el aeldari se mantuvo sereno y con postura arrogante.

Algún plan había fraguado el Kapitan y estaba impaciente.

— ¡Maz te vale ke aparezkan pronto!

— ¡Kapitan! ¡Loz corsarios aeldari! —anunció el Zeñor Klavozerebro.

— ¡Ya era hora! ¡Preparad loz arponez!

Una nave estilizada empezó a surgir del mismo portal del que salimos, era mucho más pequeña, de un color escarlata brillante; cuando se percató de nuestra presencia intentaron huir. La “Kiebra Enklenkez" disparó sus “arponez magnetikoz", impactaron de lleno, los aeldari aceleraron su máquina, cuando la inercia masiva del “Kruzero Matamuchoz" les impidió escapar. Dispararon sus lanzas de energía y torpedos, sus armas livianas, perfectas para el asalto de naves con pocas defensas era ineficiente contra un acorazado orko. La nave fue atrapada contra los costados, accedieron a la nave con taladros gigantescos.

El Kapitan y sus chikoz akribillaron a rodo aquel que se le puso en el camino, los aeldari se defendieron bien; por cada corsario que cayó murieron quince chikoz, el dakka indiscrimado logró superar a las extraordinarias habilidades de los aeldari. No obstante, me sorprendió que no profanasen los cuerpos, fueron apilados en los pasillos mientras avanzaban. Debió ser una consideración que el Kapitan tuvo con el Anacoreta. Cuya traición contra su especie también me sobresaltó en su momento.

Yo iba detrás del grupo principal, acompañado por un “kanijo kamillero" que se me designó para que me protegiese; una criatura de la mitad de mi estatura, cargaba jeringas, tijeras y un cuchillo oxidado. Su rostro era feroz, su ojo izquierdo tenía un tick nervioso permanente, su oreja derecha estaba a la mitad con una marca de mordida. Nunca hablaba, solo iba detrás de mí sin más.

Llegamos hasta un salón enorme, pilares estilizados de color fucsia y blasones dorados. De un balcón alto emergió una figura claramente femenina, una aeldari hembra; vestía una armadura carmesí con florituras verdes y bordes dorados.

— ¡Bestia inmunda! ¡¿Cómo osas entrar a mi nave?!

—Zolo ez tuya zi puedez defenderla, flakucha. Eza ez la ley de loz korzarioz.

La aeldari desenvainó sus espadas fulgurantes —Soy Kalo “Sables Cerúleos". Capitana del “Fantasma Escarlata", y ya que hablas de ley. Te reto a un duelo.

— ¿Pero ke dicez, flakucha?

—Debes aceptar mi duelo, ¿acaso no dices ser un corsario?

—Klaro ke zoy uno, zoy Bluddflagg, Kapitan de la Kiebra Enklenkez. Pero debes saber, emperifollada. Hay corsarios y korzarioz.

— ¿Y cuál es la diferencia?

—El eztilo.

La aeldari lanzó un suspiro audible —Escucha, Kapitan Bluddflagg, si me vences te dejaré mi nave y me marcharé. Si yo gano nos dejarás en paz.

El Kapitan asintió lentamente, levantó su hacha en dirección a la Capitana Kalo —Rekonozko ke tienez agallaz, flakucha. Y van a kedar derramadaz por todaz partez.

La aeldari cortó el espacio entre ambos en un parpadeo, el Kapitán tuvo que cubrirse. Recibió un corte profundo en el antebrazo, la sangre salpicó, Bluddflagg gruñó y lanzó un ataque con su arma, dibujó grandes arcos con su hacha sierra. La pirata con su velocidad y agilidad inigualable por parte de su contrincante, logró deslizarse entre las piernas, haciéndole grandes tajos en los muslos.

Bluddflagg lanzó un gruñido bestial — ¡Zabandija eskurridiza! ¡Venid y pelead komo ze debe!

—Si es lo que quieres— la voz denotaba superioridad.

La aeldari embistió de frente, esquivando la hacha de Bluddflagg y usando su brazo para lanzarse con sus dos espadas contra el pecho del Kapitan, estas se incrustaron profundamente. No hubiera creído que un orko tan grande pudiese caer tan fácilmente ante un aeldari, ese día mientras el Kapitan caía sobre sus inmensos lomos, entendí que en la galaxia existían guerreros extraordinarios, y la humanidad estaba solo enfrentándose a ellos.

La pirata triunfante extrajo las espadas, y las volvió a envainar estando todavía sobre el Kapitan.

—Ya pueden irse, inmundas...

Inesperadamente Bluddflagg toma su hacha sierra, las cadenas griraron con un ruido atronador. La aeldari trató de esquivarlo, más fue muy tarde; los dientes de la cadena la alzcanzaron en el abdomen, arrancó carne y piel. El golpe la aventó contra los pilares, sus intestinos sanguinolentos quedaron regados por toda la trayectoria que su cuerpo maltrecho realizó.

Si la caída del Kapitan me impresionó, su resurgimiento me dejó anonadado. ¿Cómo era posible que se levantase? Las hojas habían penetrado hasta la empuñadura de la espada. Sin embargo, Bluddflagg apenas mostraba estar herido.

— ¡Penzazte ke podiaz derrotar al viejo Bluddflagg, ¿verdad?! Tú, eh... flakucha...

—Kapitan— llamó el Zeñor Klavozerebro.

—Espere mekániko, kiero dezirle unaz kuantaz kozaz a ezta corsario de órbita atmozférika

—Eztá muerta, jefe. Tomemoz la nave— el mekániko caminó hacia el Kapitan.

Las heridas de Bluddflagg todavía sangraban, respiraba con dificultad; sus músculos se hinchaban con cada exhalación y no se reducían. Los aeldari miraban con rabia y dolor el cuerpo descuartizado de su capitana. El Kapitan masculla algo que no pude entender.

—De akuerdo, todoz akelloz ke no zon verdez fuera de la nave. ¡WAAAGH!

 ¡WAAAGH!

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¡ALLÁ VAMOZ!: LAZ TRIPIANTEZ AVENTURAZ DEL KAPITAN BLUDDFLAGGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora