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Una nueva mañana, nuevo día, el sol comenzaba a salir por detrás de aquellas colinas que rodeaban el pueblo de un pequeño reino en las costas del sur. Como era de costumbre, una joven de cabellos rizados rojizos estaba caminando por las calles de su pueblo, su padre la mandaba a conseguir un poco de pan y leche para el desayuno, mientras que su hermano ayudaba en los quehaceres del hogar.
La misma gente comenzaba a hacer su rutina de cada día, era casi año nuevo y el pueblo estaba un poco atareado en estos días, lo necesario para los cambios de estaciones. Vários jóvenes salían desde muy temprano para poder ver pasar a esa muchacha de cabello rizado y ojos grisáceos, casi blancos como la nieve cual terrones de azúcar, mucha gente hablaba de ella a sus espaldas desde su llegada.
Ya que nunca habían visto tan radiante belleza en una muchacha tan joven, cuyo nombre era nita. Ella intentaba hacer amigos pero a veces se le dificultaba un poco ya que no conocía a nadie, haciéndose la idea que era un bicho raro.
—Muchas gracias señor —Dijo ella, ya con las cosas que su padre le pidió, pagó por los servicios del panadero y salió de aquel lugar.
Como era de esperarse el pequeño grupo de jóvenes estaba afuera en espera de verla salir. A pesar de ser siempre bondadosos con ella, eso comenzaba a molestarla; Con las cosas en mano tomo su camino de vuelta a casa, por lo general siempre llegaba tarde al desayuno familiar debido a pequeños obstáculos que se topaba en el camino de vuelta, se detenía a brindar su apoyo a la demás gente.
—¿Está segura que no necesita nada más señora?
—Eso sería todo querida.
Se encogió de hombros y terminó de acomodar aquellas cosas en su lugar... para tomar sus cosas y salir de aquel e ir a casa. Pero antes de irse por completo la anciana se acercó a ella y le entregó un par de monedas, era lo menos que podría ofrecer por su trabajo. No podía aceptarlas ya que sólo se acercaba a su gente para ayudar, la anciana insistiendo que aceptará su pequeño obsequio de parte de ella y su familia en agradecimiento por su esfuerzo.
—Las atesoraré con todo mi corazón, abuela —Volvió a sonreírle y se despidió de la campesina con un abrazo. Saliendo de aquel lugar apresurandose en llegar.
Cerca de un pequeño campo no muy grande habitaba una pequeña cabaña y a las afueras de esta se encontraba alimentando a los animales de su hogar un joven de cabello morrón, en espera de la llegada de su hermana. Intentando escabullirse a sus espaldas sin tratar de ser vista.
—Llegas tarde —Exclamó aún de espaldas.
—¡Hermanito! —Cantó, intentado entrar a casa sin que su hermano le aventara nuevamente el alimento como de costumbre por retrasarse.
—Nita, ¿Porque siempre es lo mismo contigo?
—Tranquilo traje lo que papá ordenó —Dijo, tratando de darse a la defensiva dejando las cosas en la mesa.
