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Faltaban algunos meses para la ceremonia del don de Antonio; y a pesar que con cada día que pasaba, la tensión en la casa Madrigal crecía, Camilo seguía haciendo lo que mejor sabía hacer,: jugar y divertir a los niños del pueblo después de un día de trabajo ayudando a todo aquel que necesitara a dos de sí mismo.

Para Camilo, llegar a la casa y su habitación era un descanso, pues no tenía que ser nadie más que él, y si se llegaba a transformar en alguien más, era sólo para bromear con sus tíos, primas o hermanos. A veces los días eran difíciles para él. Sobre todo estos últimos tiempos, en los que notaba que la adolescencia estaba comenzando a hacer lo suyo y no sabía bien cómo describir los sentimientos que comenzaba a sentir por alguien en específico del pueblo. Y eran cosas que ya no se sentía muy a gusto de compartir con su prima Mirabel. Cuando eran niños habían sido muy unidos, después de todo, sólo se llevaban por un par de meses de edad, pero supuso que la pubertad también había hecho lo suyo al alejarlos un poco además de que, aunque lo ocultara, Camilo siempre supo que Mirabel cargaba en su interior con la tristeza de ser la única Madrigal sin un don.

"A veces la envidio" pensaba Camilo. "Al menos a ella, la abuela Alma no le exigía tanto como a los demás". Lo que Camilo cargaba en su mente, era que deseaba que su abuela algún día necesitara de él, de él mismo, de Camilo, no de Camilo transformado en alguien más. Era bueno que al menos sus papás y sus hermanos lo quisieran tal cual era, al menos por ahora.

Pensando en esto, llegó a la cocina esperando encontrar algo de comer antes de la cena, tal vez una arepa con queso que su tía Julieta le hubiera dejado a propósito para él. Su tía lo conocía muy bien; y así fue como encontró un plato con un par de arepas sobre la barra. Estaba por tomar una cuando una pequeña rata de repente apareció de la nada, pescó una arepa y se fue corriendo con ella. A Camilo le tomó esto por sorpresa pero no le espantó, se fue corriendo tras ella.

- Hey! Esa es mi comida, ladrona! - "Es increíble" pensaba, "Ratas en la mágica casa Madrigal. Pensaba que al ser una casa con conciencia propia, se desharía de sus propias plagas ella misma".

La rata con Camilo tras ella subieron por las escaleras. Camilo era lo suficientemente rápido como para notar como la rata se escabullía detrás del primer cuadro del pasillo. Se acercó extrañado al cuadro, lo examinó de cerca, esperando que no hubiera una colonia de ratas en la parte de atrás listas para abalanzarse sobre él. Hizo el cuadro a un lado de un sólo movimiento y ... un hueco en la pared.

Revisó el pasillo y alrededor para ver si había alguien más de su familia. Nadie. Camilo atravesó el hueco para encontrarse en un pasillo oscuro. Pudo escuchar los chirridos de las ratas alejarse, así que corrió tras ellas. Pudo escuchar un sonido más sólido, ¿pisadas tal vez? Entre la tenue y la luz que entraba por el techo, entonces lo pudo ver: un par de piernas adentrándose en la oscuridad. Dio tres grandes zancadas, saltó en el aire y se transformó en su prima Luisa. Aunque podía cambiar de forma en cualquiera de su familia, Camilo no podía copiar los dones, pero eso no importaba mucho; los músculos de su prima Luisa eran suficientes para esto. Trató de aplastar a esa figura, pero esta fue más rápida, y el golpe cayó directo en el suelo que terminó rompiéndose y creando un gran hueco.

-¡Perdón, Casita!- no pudo notar que la casa detrás de los muros no podía manifestarse. Calculó que en la siguiente esquina estaría el final de la casa, la esquina de la cocina, así que la figura estaría acorralada. Al doblar en una esquina grito - ¡Te tengo! - pero no había nada.

Caminó lento mientras inspeccionaba con atención las paredes. "No puede haberse desvanecido así sin más". Fue cuando vio ese pequeño haz de luz en el piso, esa delgada línea de luz pegada a la pared. "¿Una puerta...?". Se acercó con sigilo, deseó tener el oído de su hermana porque de verdad creía escuchar una voz. Chillidos de rata y ... una voz. "...tuvo cerca". No había duda, eso era una puerta, y había alguien detrás viviendo a escondidas dentro de la Casa Madrigal y más valía hacerle frente.

-¡Ajá! - Camilo entró de una patada a la puerta. Las ratas trataron de esconderse, pero no pudo hacerlo la figura a la que al fin había atrapado. Al fin vio que era una persona, con una ruana verde con relojes de arena bordados, cabello largo ondulado ... y de inmediato lo reconoció. A ese hombre no lo había visto desde que Camilo tenía cinco años, se divertía tanto con él; y un día sólo desapareció. Y ahora, diez años después, ahí estaba frente a él.

-¿Tío ... Bruno...?

Café con aroma a Madrigal - Brumilo - ResubidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora