11

174 13 0
                                    

Camilo regresó a hurtadillas antes del amanecer a la Casa Madrigal.

Tenía suerte de que, a pesar de ser una familia muy unida, también eran muy independientes todos los miembros y cada quién era responsable de su tiempo libre. Si su madre preguntaba dónde había estado en la cena de la noche anterior,él sólo diría que ayudó a Mariano a llegar a casa después de su borrachera. Con suerte, su madre no le preguntaría a qué hora había llegado a casa... o si había llegado.

Para su fortuna, Pepa Madrigal no preguntó eso. Estaba tan contento de tener un hijo tan diligente y desinteresado en ayudar a todos en el Encanto.

Después de desayunar pero antes de ir a trabajar al pueblo, Camilo espero que la casa se vaciara para poder ver a su tío Bruno.

Mientras cruzaba los entremuros de la casa, con el desayunó para su tío en las manos, Camilo seguía sintiendo en las entrañas la emoción de la noche anterior. El recuerdo de Mariano, su aroma, su suave piel, su fuerte y varonil aroma y la suavidad particular de su miembro y el sabor de su presemen hacían que la entrepierna de Camilo amenazara con ponerse firme de un momento a otro. Esos pensamientos sólo eran interrumpidos por la incertidumbre de cómo reaccionaría Bruno a la noticia de que Mariano ya sabía que jamás se había ido del pueblo y que estaba oculto en el interior de la casa o, peor aún, que había tenido sexo con él.

Su tiempo para pensar se acabó, había llegado a la puerta de la habitación de su tío. Titubeó un momento al tocar la puerta. Sólo esperaba que su tío no lo odiara después de eso.

Estuvo a punto de tocar cuando la puerta se abrió sola. Ahí estaba su tío.

- Mijo, ¿qué hace ahí? Pasa, pasa. Estaba preocupado por ti.

- ¿Cómo sabías que estaba afuera? - Camilo entró tras su tío y cerró la puerta.

- Eres el único que me visita. Te escuché acercarte a la puerta, pero no entrar. Pensé que era porque tenías las manos ocupadas.

- Gracias, tío. No es la gran cosa. Traje arepas, chocolate y queso.

Bruno se sentó en su mesa para comenzar a desayunar e invitó a su sobrino a sentarse donde apeteciera. Camilo se sentó en el sillón de su tío muy derecho, como si ya estuviera preparándose para hablar del asunto de la forma más seria posible, mientras su tío se sentaba en la única silla de su mesa improvisada y comenzaba a devorar su desayuno.

- ¿Y por qué estabas preocupado por mí, tío?

- No viniste anoche. ¿No es obvio? Siempre vienes después de cenar...

Camilo lo había pasado por alto por completo.

-... y además. Recuerda que estamos a lado del comedor. Durante la cena - Bruno hizo una pausa para darle un gran mordisco a su arepa y un buen sorbo a su chocolate con queso - tu madre preguntó que dónde te habías metido, porque no estuviste tampoco en la cena con ellos. Mirabel le dijo que te había encontrado de camino al pueblo, y ...- el semblante de su tío cambió en un segundo de alegre a serio - tu hermana dijo que había escuchado que los amigos te pidieron de favor que lo llevaras a su casa porque estaba un poco ebrio...

Camilo sintió un nudo en el estómago. El momento de contarle todo a su tío había llegado.

- Tío... tengo que contarte algo...

Camilo y Bruno se movieron a la cama. Se sentaron en la orilla y se miraron fijamente. Era el único lugar de la habitación de Bruno donde uno podría tener una conversación seria. Bruno miró a Camilo a los ojos, los tenía rojos, como si tuviera ganas de llorar. Últimamente Camilo había tenido las emociones a flor de piel. Su sobrino siempre había sido histriónico, dramático, pero por lo mismo, siempre había tenido un buen temple. Se preguntó qué clase de tormenta de emociones estarían dentro de su sobrino, y si a Mariano le había pasado lo

mismo en su momento cuando se enamoró de él. Sabía, que si Camilo y Mariano habían estado juntos anoche, posiblemente había pasado algo. No sabía si deseaba saber qué había pasado o no.

- Anoche Mariano estaba bebiendo con unos amigos, estaba muy ebrio. Sus amigos querían seguir tomando, me pidieron que por favor lo llevara a casa; pero era tan alto y pesado, que lo primero que se me ocurrió fue convertirme en ti.

- ¿Por qué no pensaste en Luisa o tu papá?

- No lo sé. Fuiste la primera persona en la que pensé. Para serte sincero, pienso demasiado en ti. Si no estoy pensando en ti, pienso en Mariano, pero luego pienso en tu historia con Mariano y eso me hace pensar en ti y viceversa.

Camilo soltó un largo suspiro y peinó sus cabello hacía atrás, que al ser colocho regresó a su estado en un instante.

- En fin... él volvió en sí y pensó que yo era tú. Traté de decirle que no, que no era Bruno, pero se puso muy cariñoso. Y ... no pude evitarlo, no pude controlarme. Llegamos a su habitación...

Bruno escuchó a Camilo con atención. Tuvo una montaña rusa de emociones. Por un lado se alegraba que Mariano lo siguiera recordando con tanto cariño, pero se sorprendió por lo lejos que había llegado Camilo con él. Su sobrino había llegado más lejos en una noche con el mismo hombre que él en meses. Le dio pena darse cuenta que el relato sexual de su sobrino con su ex lo estaba excitando, y una vez más agradeció tener la ruana. Se avergonzó al darse cuenta que su erección era provocada por la imagen mental de su propio sobrino teniendo sexo con Mariano. Aunque no sabía si sentirse molesto. ¿Celoso? Tal vez un poco. ¿Molesto? Definitivamente no. Técnicamente Mariano y él ya no debían ser nada después de tantos años. ¿Preocupado? Por supuesto que sí. Ahora Mariano quería verlo y tendría que enfrentarlo. ¿Excitado? Debería reconocer que también lo estaba.

- ¿Lo quieres ver?

- ¡No! Bueno, sí. Pero no es así. Creo que esto es un trabajo para Hernando.

Se puso la capucha de su Ruana.

- ¡Qué Mariano venga aquí si se atreve!

- Ay, tío.

Camilo estampó la palma de su mano en su cara.

- Oye, pero ... ¿no estás molesto?

Bruno se quitó su capucha.

- Aunque no lo creas, no. Creo que es necesario y bueno que tengas las experiencias que Mariano o yo no pudimos tener por los miedos. Y también que haya sido con él. Es ... de confianza. ¿Me entiendes? ... Aunque lo que si me da un poco de envidia es que llegaste a hacer más cosas con él. Yo nunca llegué tan lejos, en especial por los nervios.

- Es parte de tu encanto, tío. Tal vez sea un poco raro que un pelao como yo aconseje a un adulto pero... creo que deberías ser más atrevido. Lo eres, bueno, lo es Hernando. Pero Hernando eres tú. Si aún guardas algo que quieras decirle a Mariano, estoy seguro que él preferirá oírlo de ti, más que de Hernando.

- Sí... - Bruno sonrío triste y cabizbajo - Tienes razón, Cami. Gracias.

Camilo se levantó de la cama de su tío. Por alguna extraña razón se sentía más liviano, como si hubiera dejado de cargar un gran peso en sus hombros. Se sintió aliviado de que su tío hubiese tomado todo con calma y lo entendiera. De verdad comenzaba a querer demasiado a ese hombre.

- Bueno, tío. Me voy antes de que comiencen a notar que no estoy en el pueblo trabajando. Avísame cuando estés listo para ver a Mariano para decirle a él.

Le sonrió a su tío. Le dió un fuerte abrazo y le susurro un te quiero mientras le daba un beso en la comisura de las manos.

- ¡Nos vemos!

Camilo se encaminaba a la puerta.

- ¡Cami, espera!

Bruno lo jaló de regreso del brazo, lo abrazó y lo besó en la boca. Camilo se sorprendió de sí mismo no alejarse y corresponderle el beso que terminó siendo uno profundo. Cuando al fin se separaron Camilo dijo:

- Bruno, ¿por qué lo hiciste?

No estaba molesto, sólo sorprendido.

- Saco mi Hernando interior, como me dijiste

Y le sonrió. Camilo le sonrió de vuelta. "Vaya sonrisa de tonto adorable"

- Ambos teníamos ganas de hacerlo, ¿verdad?- Camilo le volvió a dar un beso en los labios, sólo que este fue corto. - Te veo en la noche.

Café con aroma a Madrigal - Brumilo - ResubidoWhere stories live. Discover now