1. Al borde del abismo.

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Artículo 1: Cuando estás al borde del abismo tienes dos opciones:
1. Saltar al vacío.
2. Aguantar la altura.

Leah

El sonido de las ambulancias bombean mi cabeza. Estoy sentada mirando a la nada, me duele la cabeza, como si fuese a explotar. Las lágrimas corren por mis mejillas y ni siquiera hago el amague de contenerlas.

Mi marido, el hombre que me ha hecho feliz por diez años, está muerto.

— Caroline y Jack están con los niños. – dice mi mamá a mi lado. – Vienen en camino.

— Está bien.

Escucho que la gente llora a mi alrededor. Familias que como yo también perdieron a su ser querido. Quiero gritar, golpear algo y cerrar los ojos tanto como sea posible, hasta que me digan que esto es una puta pesadilla.

— Señora Dankworth. – escucho la voz de un hombre que se para frente a mí, pero no levanto mis ojos para verle la cara. – Sé que es muy complicado y reciente, pero debe tomar una decisión.

— Disculpe, pero no es el moment-

— ¿Qué decisión? – me levanto de mi asiento para enfrentarlo. – ¿Qué decisión quiere que tome? ¡Mi marido está muerto! – el hombre baja la mirada.

— Leah...

— ¿No tengo el privilegio de llorarle por unos minutos sin que alguno de ustedes me presione? ¡No! ¡No voy a desconectarlo hasta que sus hijos se despidan de él!

— Está bien, señora-

— ¡¿Este puto hospital no puede esperar a que mis hijos lleguen?! – pierdo la paciencia, gritándole cosas que quizás no diría. Mi mamá me toma por los hombros, haciéndome retroceder.

— Claro que esperaremos, señora. – el hombre me mira con pena, algo que me llena de rabia.

Respiro, una y otra vez para intentar calmarme, pero no lo logro. Me suelto sutilmente del agarre de mi mamá y me acerco al hombre.

— Tenían a un maldito asesino en sus líneas y no se dieron cuenta. – susurro. – Voy a destruirlos, a cada uno de ustedes...

El hombre abre los ojos, intenta apaciguar el ambiente, pero ni el acto de amor más grande podría amaestrar al remordimiento que siento en mi corazón.

— Señora, sepa usted que estamos de su lado. Ayudaremos a su proceso penal en contra del doctor.

Le doy una sonrisa sarcástica. Ellos son igual de culpables y deberán pagar. Estoy dispuesta a encerrar a cada funcionario participe de la muerte de mi esposo.

— ¿De verdad piensa que no estoy dispuesta a demandar al hospital? Soy abogada, doctor. Sé que esto es una negligencia médica de la que el establecimiento debe hacerse cargo.

El mundo vuelve a darme vueltas. La mirada de mi esposo golpea mi mente y siento un dolor en mi corazón.

— Lárguese...

— Señora, como establecimiento lamentamos mucho su perdida-

— ¡Lárguese!

Lo empujo, tan fuerte que cae de espaldas al suelo. Abro los ojos ante la impresión, no quería lastimarlo.

— ¡Leah! – grita mi madre. Siento como me agarra por los hombros, alejándome de la escena. Dejo que me lleve, tal cual peso muerto.

— Te amo, Leah Banner y prometo hacerte feliz hasta el día que me muera.

— Entonces pasarás muchos años haciéndome feliz.

— No tenemos la vida comprada, Leah.

Que la ley nos repare | Tom Hiddleston [LIBRO 2]Where stories live. Discover now