Capítulo 9

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Narra Alexandra

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Narra Alexandra

La calidez de aquel beso que tuve hace tan solo unos momentos con Peter y sus lindos gestos caballerosos me hacen replantearme la idea de que todos los hombres en la actualidad son iguales, y es que joder no.

Creo que es bastante idiota de mi parte condenar a todo un género por acciones que solo algunos de ellos han cometido. Sí, a lo largo de toda mi travesía desde que comenzó el apocalipsis he visto a más hombres de los que alguna vez creí poder ver ceder ante sus instintos salvajes, asesinar, secuestrar, torturar y violar a hombres y a las pocas mujeres que existen, pero también me he topado con hombres que darían su vida por el bienestar de los demás. Las parejas de aquella chica que me invito a Alaska, los hombres que había en el primer campamento en el que fui aceptada, todos ellos son mayoría en comparación a aquellas bestias.

Aprendí a cuidarme tanto de los vivos como de los muertos, algo que jamás creí hacer. Los muertos eran sencillos de alguna manera, sus instintos siempre han sido los mismos, morder y contagiar, sea de la forma que sea, pero los vivos son otro caso, nunca esperas una traición de parte de ellos, no cuando se supone que tienen un enemigo en común. Aun así, los vivos son más peligrosos que los propios muertos, te engañan, se burlan de ti y de tus esperanzas en la humanidad, hacen que confíes y luego te apuñalan por la espalda.

Luego de que aprendí aquella lección tuve que enseñarme a leer a las personas, a descubrir su verdadero ser en base a sus acciones y gestos, a seguir mi intuición y saber cuándo debía de irme.

Los chicos son otro caso, sé que puedo confiar en todos ellos. Son fuertes y audaces, son respetuosos y confiables, incluso podría decir que un poco enamoradizos, pero a estas alturas quién no. Todos buscamos un lugar seguro en este nuevo mundo, un lugar que nos dé paz y amor, algo que muchos no hemos tenido en tanto tiempo... un lugar que creo haber encontrado al fin.

—¿En qué tanto piensas, estrellita? —cuestiona Peter, con quien he pasado toda la noche en vela cuidando el campamento.

—En que creo haber encontrado después de tanto tiempo mi lugar seguro —un suave suspiro sale de mi boca antes de continuar. —Todos ustedes me hacen sentir tan bien, me hacen sentir cuidada, amada y segura sin tener la necesidad de limitarme a dejar de hacer cosas que fuera de este campamento hacía siempre —respondo aun recargada sobre su pecho.

Estamos los dos sentados aun sobre aquella banca con la mirada sobre el inmenso bosque frente a nosotros. Las estrellas poco a poco comienzan a desaparecer y el cielo se va iluminando, sin embargo, todavía está oscuro.

—No sabes lo mucho que me alegra saber que te sientes así con nosotros —siento su mirada posarse sobre mí, por lo que giro mi rostro para verlo notando así una batalla en sus ojos, la misma batalla que yo he tenido miles de veces cuando quiero decir algo y no sé cómo expresarlo. —Nosotros... nosotros lo hemos pensado desde que inicio todo esto, queríamos... queremos a una mujer para nosotros, una chica que podamos respetar y cuidar, que sea ese lugar seguro que anhelamos todos estando en este mundo. Estábamos perdiendo las esperanzas cuando llegaste tú, una bella y fuerte mujer, una sobreviviente... Me gustas, Alexandra. Nos gustas a todos y queremos que te quedes con nosotros. Sé que es difícil de pensar, algo irónico y muy posiblemente estúpido creer que hay espacio para el amor y la tranquilidad en medio de este mundo tan jodido, pero te queremos con nosotros —su mano se posa sobre mi mejilla izquierda antes de continuar. —No pensamos limitarte a nada, has sobrevivido por tu cuenta durante tanto tiempo que, aunque queramos protegerte de todo esto sabemos que sería como pedirte que dejes de ser tú, no queremos nada de eso, solo que te quedes con nosotros....

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