prólogo

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TaeHyung se levantó muy tarde ese día. Su mano derecha le servía como apoyo en la barandilla de las escaleras y perdidos ojuelos grises no se posaban en algo en concreto, desplazaba la mirada con desinterés. Llevaba su pijama de otoño, ese de color crema que tiene un pantalón largo de cuadros marrones y una camiseta básica de manga corta. Para fechas de otoño estaría muy bien, pero era verano.

Iba descalzo y arrastró cada paso con muchísima pereza, dejando en el camino un sin fin de suspiros salidos directamente de su corazón tristón, los primeros pálpitos de ese retumbante órgano le hacían saber que seguía sin una gota de amor. Estaba muy cansado de una rutina estricta y las vacaciones podrían haber sido una salvación a su sueño descompuesto y tardío, pero se convirtió en una afilada espada de doble filo que fue poco a poco cortando sus ganas de disfrutar.

JungKook le dejó un sinfín de mensajes en su teléfono y unas cuantas llamadas que le hizo de forma tímida y cautelosa pero de ninguna forma logró que TaeHyung le prestara un mínimo de entusiasmo por responderle, de hecho terminó dejando su móvil abandonado en un cajón de su armario para no escuchar ni las vibraciones del aparato.

Estaba preparando su café y había sacado algunos bizcochos para acompañarlo cuando sintió sus ánimos echarse por la borda, como si el bajón emocional le provocase un revoltijo en el estómago y terminase asqueado por su desayuno. Se sentó en una de las sillas del comedor, subió sus piernas y se quedó viendo por el cristal de la ventana.
Las gotitas salpicaban la transparencia y desenfocaban lo que estaba del otro lado, logrando una imagen nostálgica y ciertamente... reconfortante. Las calles yacían transitadas por comerciantes y transeúntes, los locales ya estaban abiertos al público y desde los balcones algunas personas disfrutaban del tiempo de tregua que les daba el verano.

El aroma que desprendía ese bonito panorama le rememoraba a las mañanas de su trabajo, a cuando llegaba a su sala de trabajo y podía ser como las demás personas y captar con su propia naricita el rico olor del Alfa de orejas negras de bonito rostro. Empezaba a maldecir entre susurros y bufidos, como si fuese un tormento tener la desgracia de poder captar el aroma de la única persona que podría llegar a amarle de una manera tan especial como él lo requería.

Si JungKook fuese la persona que la Luna había diseñado para él, desearía no tener que obligarlo a estar con él solo por ello. JungKook empezó a ser especial para él desde que le vio entrar por la puerta, desde que se mantuvo a su lado después de enterarse de su condición, desde que fue conociendo pequeños detalles y los fue guardando en una cajita para luego entregárselos de forma cautelosa. Si el Alfa podía ser tan perfecto a sus ojos, ¿también lo sería para su madre? ¿Qué diría SeokJin si le confesase sus sentimientos? Estaba atormentado.

—Desearía no haberme enamorado de ti... —Murmuró al vacío, con sus ojos convirtiéndose en dos cuencas de lágrimas— Desearía haberte conocido antes...

JungKook logró enamorarlo de una forma diferente, de una forma constante y verdadera, estando siempre allí y dedicándole esa atención que tanto necesitaba.
Y tenía miedo de no poder admitirlo y que por ello, terminase desapareciendo.

Y cómo si el día le diese razones para sonreír, vio llegar a una persona alta y de gran porte vestida con un chubasquero y una fiambrera, las inconfundibles orejitas se le salían por l capucha y la mitad de su rostro logró emocionarle tras reconocerle. Se acercó a su porche con nervios y fue más directo de lo que tenía planeado, tocando con los nudillos la puerta de madera.

Y aunque TaeHyung ya sabía que se trataba del dueño de su persona, preguntó entre gritos quién era únicamente para escuchar su voz y darse fuerzas para acudir a la puerta y recibirle.

—Jeon JungKookie —Musitó ruborizado, escondiendo las sonrisas que se asomaban sin permiso.

—Jeon JungKookie... —Repitió el tigre con el corazón acelerado.

tae's giggles | kooktaeWhere stories live. Discover now