diez: jungkook.

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El tigre no llegaba a ser tan alto como JungKook, quien muy orgulloso llega a sobrepasarle por casi diez centímetros, pero su complejidad siempre fue casi perfecta para la anatomía de su pareja y para que éste pudiese cargarle de aquí para allá como al juguetón Omega le gustaba. Se asemejaban a cachorros pequeñitos correteando por las calles de la zona, sus ojuelos únicamente podían caer en el contrario sin importar cuántas miradas acarreasen por cada paso recorrido. Era el barrio de TaeHyung, pasó un sinfín de veces por esos callejones amplios siendo visto por curiosos vecinos que le veían recelosos desde sus ventanas, inventó decenas de juegos junto a SeokJin en esas plazas ahora infestadas de pequeños niños eufóricos, sin duda alguna le reconocían el timbre ronco y singular de su voz al alzar la voz.

—¡No puedes correr tan rápido! —Vociferó el conejito apartándose las orejas como buenamente pudo mientras apresuraba el paso— ¡Se te van a caer los cachorros!

TaeHyung tenía ese don para priorizar sus emociones cuando veía que las cosas se torcían. Habían tenido una comida intoxicada con palabras hirientes y acompañada por un par de lagrimones tristones, SeokJin y NamJoon no les habían esperado para cuando se aparecieron en el porche de la casa pero no podía ir a quejarse con su hermano, entendía que él tenía que eliminar esos trazos de odio de los pechos de sus niñas, tenía la obligación de hacerles ver una cara bonita de la situación aunque no la hubiera.

Y él... él tenía que llorar.

Pero le encantaban las montañas rusas, así que optó por enfilar sus sentimientos unos detrás de otros e ir manifestándolos sin armonía alguna. Una montaña rusa de emociones.

Había echado a correr en un tramo recto sin subidas ni bajadas, sin obstáculos ni baches, todo recto hasta llegar a la cafetería más antigua que conoce. La rentaba aún una señora de dentadura movediza, podía asegurar que la cafetería contaba con un par de años más que la vieja mujer, pero sin duda lo material logró conservarse mucho mejor que la vida de una señora que dedicó sus años útiles en preparar y vender cafés. TaeHyung se preguntó si él llegaría a una edad tan vulnerable. Podía divisar la sala veinte con sus muebles desgastados y la frontera morada separando en dos el pequeño espacio.

—JungKookie... —Le llamó y aligeró el paso, no se sentía cansado, no tenía ningún dolor muscular pero entendía el porqué el Alfa tenía esa mueca de horror plasmada en el rostro.

—N-no hagas eso, por favor. No puedes echar a correr de la nada, ¡menos así de rápido! —No le había gritado pero había alzado un poquito la voz al final, le temblaban los labios y TaeHyung no retuvo las siguientes carcajadas cuando vislumbró las rodillas del Alfa repiquetear— ¡Estás embarazado! —Recordó y esta vez su gesto denotaba seriedad de la buena.

TaeHyung le sonrió con timidez y tomó sus manos. Se sacudían sobre las del Alfa.

—Estoy bien... —Musitó y, aún sabiendo el precio de verle a los ojos, alzó lentamente el mentón para encontrar sus ojos azabaches— Q-Quiero ser un buen padre... quiero amar a mis cachorros y que tú los ames de la misma manera... —Las lágrimas no se atrevían a cruzar el umbral, se mantenían vacilantes al borde y le nublaban la vista. No le hacía falta aclararse la vista para saber que JungKook remplazó la expresión fría de antes por una suave mirada amorosa sobre él.

Le conocía tan bien y sabía perfectamente lo que necesitaba que no le hizo falta decir algo más, Jeon sostuvo su mano y entrelazó sus dedos, tirando suavemente de él para acercarle a su cuerpo. Tomó su rostro y le obligó a verle a los ojos, los grisáceos orbes decidieron abandonar por fin las gotitas saladas y le dio tantísima pena ver a su Omega llorar después de soltarle aquello. Acarició sus mejillas enjuagando sus lágrimas.

tae's giggles | kooktaeWhere stories live. Discover now