La despedida de la cabaña - VIII

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— Que acabas de decir — repliqué con toda admiración al escuchar salir aquellas palabras de la boca de Dominieck.

— Lo que has escuchado Emma, por favor quédate te lo pido — aquel por un momento tomo una actitud algo vergonzosa, de modo que involuntariamente para aquel instante terminó apartando sus ojos de mi como si se encontrase negado a aceptar sus propias emociones y replicó — digo, no sería justo que desaparecieses tan repentinamente, todos te extrañarían demasiado y no sería algo ecuánime que ya que has hecho tales estragos en nuestras vidas te esfumases, así como si nada luego de que te hemos tomado tanto cariño.

Podría decirse que aquello al salir de él llegaría a pasar como un simple pedido de su parte, pero yo era consciente de que más que referirse a los demás aquel sin dudas apelaba en secreto a su propio beneficio partiendo desde sus propias negaciones, así que con evidentes sospechas le cuestione.

— Dime algo, te preocupas solo por el duelo de los demás o más bien quien se niega a dejarme partir no es otro más que tú.

Aquel hombre ante tal pregunta aparentemente se sintió algo aludido, por lo que tras abrir deliberadamente la boca lleno de asombro este se giró indignado dándome la espalda mientras cruzo a nivel de su pecho sus brazos en cual intento de pretender mostrarse en contra de tales palabras.

Al notarlo yo con algo de picardía me acerque rodeándole en el acto mientras que intentaba mantener mis manos hacia atrás sosteniendo hábilmente mis dedos algo entrelazados como cual juego de niños y una vez frente a él tras inferir algunos pequeños saltos en pos de evidente burla contemple su rostro que simulaba para aquel instante encontrarse algo avergonzado.

Con una sonrisa que abarcaba toda la comisura de mis labios, en cual obvia afirmación indique ante aquel — tu silencio es más que una clara respuesta, estoy en lo cierto o acaso te han comido la lengua los ratones.

— ¡Eh... no, pero, no! — al ver que aquel no podía poner de acuerdo su mente en cuanto a lo que pensaban y conectar sus labios en cuanto a lo que decía, intentando escaparse de aquella situación indicó — olvídalo y mejor vámonos, el tiempo está corriendo y no podemos entretenernos demasiado, sabes que ya nos están esperando.

Por lo que buscando ignorarme por segunda vez ante la barrera se posiciono a espera mía algo evidentemente tenso.

Desde donde me encontraba empecé a molestarle desde la distancia.

— Vamos Dominieck admítelo, no perderás nada con ello.

— No, así que déjame en paz.

Así que siguiendo aquel rumbo por el que la situación presente nos llevaba, por unos cuantos segundos más le estuve molestando tanto como pude sin acercarme demasiado por temor a lo que pudiese llegar a hacer este en mi contra.

Entendiendo que no debía darle continuidad a aquel juego tras un momento en el que yo me dejé llevar por la seriedad al ver que tal hombre no se lo había tomado aquello con jocosidad como yo lo esperaba, acortando la distancia di unos escasos cinco pasos hasta encontrarme próximo a su derecha.

Allí Dominieck a diferencia de mi permanecía con el rostro serio mirando de frente quieto y en total silencio, hasta que presumiendo de que yo había finalmente bajado la guardia ante mi evidente distracción aquel se lanzó contra y terminó robándome nuevamente un beso dejándome perpleja sin saber que hacer.

— La próxima vez que quieras provocarme así, te aseguro que te ira peor pequeño monstruo y créeme que no quedara nada a las sombras en toda la dimensión de tu cuerpo que quede ajeno a mi venganza — murmuro aquel habiendo evidentemente invertido los papeles de modo que quien se encontraba ahora algo avergonzada sin dudas era yo.

Destinos Entrelazados: El Alfa y la Omega (Terminado)Where stories live. Discover now