ᴜɴᴏ

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𝘛𝘦 𝘤𝘳𝘶𝘻𝘢𝘴𝘵𝘦 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘮𝘪 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰 𝘺 𝘴𝘦 𝘮𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘰 𝘢 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘪𝘣𝘢.

Pov's Maite

Llegué al estudio con una mezcla de emoción y nervios. La energía que se respiraba en el ambiente era electrizante y no pude evitar sonreír al salir del auto y entrar en el estudio. Santiago del Moro, me saludó con una cálida sonrisa.

"Maite Poggio, ¡bienvenida a Gran Hermano 2022! Estamos encantados de tenerte acá", me dijo Santiago, dándome la mano. Respiré hondo, intentando calmar mi acelerado corazón.

"Gracias, Santiago. Estoy emocionada por formar parte de esta experiencia", respondí, con la voz un poco temblorosa pero decidida.

Mientras Santiago del Moro me presentaba al público, yo estaba de pie en el estudio. Los gritos y aplausos de la gente llenaban el aire, alimentando mi emoción y mi nerviosa expectación. Mi corazón se aceleró mientras saludaba a mi familia en la tribuna, con sus caras llenas de orgullo y emoción.

"¡Hija, entraste! Anda a demostrar de que estás hecha". La voz de mi viejo resonó en el estudio, sus palabras aumentaron mi confianza. Mi mamá me tiró un beso con los ojos llenos de lágrimas de alegría y tristeza.

Respirando hondo, me dirigí hacia la tribuna, sintiendo muchísima emoción. Mi familia me rodeó, abrazándome fuerte. Las lágrimas corrían por nuestros rostros mientras intercambiábamos palabras de amor y apoyo.

"Papá, mamá, gracias por creer siempre en mi", susurré con la voz entrecortada por la emoción. Los fuertes brazos de mi viejo me envolvieron, sus palabras un susurro contra mi oído.

"Maite, siempre fuiste una luchadora. Ahora es momento de salir a demostrarle al mundo de lo que sos capaz.", me dijo, con una voz llena de fe inquebrantable.

Mi madre me agarró la cara entre las manos, con un tacto suave pero lleno de determinación. "Acordate, mi amor, tene cuidado con las amistades, si tenes que traicionarlos, hacelo. Acepta cada reto y aprecia cada momento. Te amamos, siempre".

Con una última ronda de abrazos llenos de lágrimas y despedidas agridulces, me separé del abrazo de mi familia. Limpiándome las lágrimas, me dirigí hacia el Cabify que me esperaba para llevarme a la casa de Gran Hermano. El motor rugió mientras me acomodaba en el asiento de atrás, mi mente daba vueltas con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Cuando el auto empezó a moverse, miré por la ventana y vi cómo el estudio se perdía en la distancia.

El viaje hasta la casa de Gran Hermano transcurrió en silencio. Los pensamientos se avecinaban en mi mente, preguntándome qué me esperaba en la casa, qué retos y amistades me esperaban.

Finalmente, el auto se paró frente a la casa. Respiré hondo y agarré con fuerza el pomo de la puerta. Era el momento. El momento que había estado

Cuando entré en la casa del Gran Hermano, mi corazón se aceleró. Al ver al hermana Julieta de pie, esperándome, una sonrisa de alegría se dibujó en mi cara y corrí hacia ella, abrazándola con fuerza.

"¡Julieta! ¡Lo conseguimos! Por fin estamos acá , juntas". exclamé. Ella me devolvió el abrazo y sonrió.

"¡Lo conseguimos, hermanita! Este va a ser un viaje increíble para las dos", respondió Julieta, con los ojos brillantes de emoción. Nos abrazamos por un toque más, disfrutando del hecho de que ahora éramos parte de algo más grande que nosotras mismas.

Mientras nos dirigíamos adentro de la cada, me di cuenta de que algunos participantes estaban reunidos. Martina, Agustín, Romina y Daniela estaban entre ellos. Los saludé con la mano. Sin embargo, mi atención se desvió hacia Agustín, un chico de ojos celestes y pelo castaño, cuya mirada se detuvo en mí un momento más que el resto.

No pude evitar sentirme atraída hacia el, sobre todo con la intensa mirada de el clavada en mi. Su encanto y su confianza me hicieron sentir un escalofrío. Pero antes de que pudiera hablarle y acercarme, Julieta intervino, desviando mi atención hacia asuntos más urgentes.

"Maite, primero vamos a instalarnos. Podemos conocer a los demás después", dijo Julieta, su voz me guió de vuelta a la tarea que tenía entre manos. Asentí con la cabeza, y juntas nos fuimos a la habitación de las chicas.

Cuando entramos en la habitación, nuestra emoción se desbordó y empecé a sacar mis cosas y acomodarlas. Entre charlas y risas, recordamos nuestra infancia y compartimos nuestros sueños para las próximas semanas.

"¿Te acordas cuando jugábamos a disfrazarnos en el placard de mamá? dijo Julieta, con un brillo en los ojos. "Nos probábamos todos sus zapatos de taco aguja y fingíamos ser modelos".

Me reí entre dientes, con la imagen de nosotras de niñas, desfilando con tacos gigantes y vestidos de seda. "¡Nos creiamos las reinas de la moda! Mamá nos encontraba y teníamos que salir cagando a poner todo en su lugar".

Julieta asintió con una sonrisa nostálgica. "¿Y qué me decís de la vez que hicimos una casita del árbol en el patio de atrás?".

Me reí, con el recuerdo de nuestra casita aún vivo en mi mente. "Pasábamos todo el día ahí, imaginándonos que era nuestra propia casa. Aunque mamá no se estaba muy contenta cuando se enteró que le manchamos un mantel comiendo ahí".

"¿Te acordas de la vez que que decidimos hacer galletas nosotras solas?". preguntó Julieta. "Terminamos con la cocina llena de harina, pero no podemos negar que las galletas quedaron de 10".

Me reí entre dientes, recordando el caos que se produjo. "Mamá entró justo cuando intentábamos limpiar el desastre. No gusto una mierda, pero no pudo resistirse al olor de las galletas recién horneadas".

Mientras recordábamos, sentí una cálida sensación de gratitud por el vínculo que compartíamos como hermanas. Julieta siempre había sido mi confidente, mi compañera.

Con un suspiro de satisfacción, miré a Julieta, con una mezcla de amor y admiración en los ojos. "Hicimos un largo recorrido, ¿No? De jugar a disfrazarnos a estar acá paradas, viviendo una experiencia inolvidable".

Julieta asintió, con los ojos llenos de orgullo. "Sí, así es. Y pase lo que pase en esta casa, siempre nos vamos a cubrir las espalda. Somos un equipo, Maite".

"Siempre, Julieta. No importa a qué retos nos enfrentemos, los vamos a pasar juntas. Estoy agradecida de tenerte a mi lado".

Perdida en nuestra conversación, choque accidentalmente con alguien, haciéndome caer. Al levantar la vista, me cautivó un hombre de pelo castaño despeinado, ojos verdes penetrantes y labios que parecían atraerme.

"Perdón. ¿Estás bien?", preguntó con evidente preocupación en su voz. Me quedé muda por un momento, completamente impresionada por su presencia.

Me levanté despacio, con la mirada clavada en la suya. "Si la próxima vez podes fijarte, mejor", balbuceé, con la voz traicionando mi confusión interior.

"Por cierto, soy Marcos. Encantado de conocerte, incluso en estas circunstancias".

Le puse puñito y lo salude así. "Maite.", respondí.

¿Solo un juego? - Marcos GinocchioWhere stories live. Discover now