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En cuanto llegaron al centro de Greenslake, la zona más comercial de la ciudad, Maxwell condujo a una marcha leve por las calles aledañas, apartado de la avenida principal, buscando la dirección que le indicaba Abby por medio de su GPS. Al fin, llegaron. El lugar no era más que una tienda estilo bazar, en la cual vendían estatuillas de santos que él nunca había visto, utensilios de santería, cartas de tarot, velas de diferentes colores, y muchas cosas más. Si por fuera el escaparate de la tienda estaba atestado de cosas, por dentro era mucho peor. Maxwel estacionó el coche a un lado de la calle, frente a la puerta, apagó el motor y ambos bajaron, entrando a la tienda tomados de la mano. En su interior, había un montón de cosas que no pudo evitar admirar por su gran variedad: patas de conejo disecadas, manos de simio, frascos con cabezas reducidas, diferentes tipos de amuletos y colgantes, todos pendiendo de un soporte especial. Había también cuadros, libros, talismanes y pinturas en papel símil pergamino. Tras la barra de madera que oficiaba de mostrador, se hallaba un muchacho joven, quizá de no más de treinta años cuanto mucho, con camisa de manga corta a cuadros y lleno de tatuajes en sus brazos. El pelo, recogido hacia atrás, parecía ser mucho más graso de lo normal y en conjunto con los restos de acné en su cara, a Maxwell le daba la impresión del eterno adolescente.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlos? —dijo, apoyando las manos encima del mostrador.

—Uh... bueno... —balbuceó Maxwell, sin saber por donde comenzar a explicar. Abby entonces, se le adelantó.

—Hemos encontrado su tienda gracias a internet, señor. Tiene muy buenas referencias, y necesitamos un poco de ayuda con cierta cuestión. Yo soy Abby, él es Max, mi pareja —dijo, señalándole.

—Bueno, yo soy Tim Henderson, me alegro tener buenas opiniones acerca de mi trabajo. ¿Qué están necesitando?

Abby miró a Maxwell como indicándole en silencio que se explicara. Él carraspeó, y asintió.

—Tengo una filmación de vídeo, de una cámara de seguridad, donde sucede algo que no puedo explicar. Primero que nada, necesitaría saber si está alterada o no, y segundo, entender que demonios sucede —dijo, mostrando su pendrive.

—Ah, un fantasma, justo donde me gusta.

—Esto va mas allá de un simple fantasma, señor Henderson —comentó Maxwell—. ¿Creé que puede hacerlo? Le advierto que el vídeo es muy explícito, deberá tener el estómago bien entrenado.

—Llámenme Tim —El chico los miró y se acercó un poco más por encima del mostrador—. ¿De qué se trata todo esto? Díganmelo sin rodeos.

Maxwell suspira, y sus ojos bajan hasta el pendrive que sostiene en su propia mano. No tiene ni idea de como se lo va a tomar, pero en cualquier caso, está allí por Abby. Por lo que se arma de valor, y comienza a explicar.

—Esta es la filmación de respaldo de unas cámaras de seguridad, donde se ve claramente como mis dos mejores amigos son asesinados, en su casa. Teóricamente, yo soy el asesino, hay rastros de mi ADN en la escena del crimen y también se me veía en la filmación preliminar que la policía consiguió. Sin embargo, yo estaba en otro sitio en ese mismo instante —dijo. Tim lo miraba con los ojos abiertos de par en par, y Maxwell no sabía si estaba fascinado u horrorizado por lo que estaba oyendo—. En esta filmación, no aparece nada. Literalmente, se ve como algo asesina a mis amigos, pero no me veo a mí. Quiero saber si está trucada de alguna manera, y quiero saber qué o quien les asesinó. Quiero saber como es posible que alguien tenga mi información genética, ¿comprendes lo que quiero decir, Tim?

—Lo comprendo.

—¿Puedes ayudarnos, entonces? Supongo que no hace falta aclarar que es necesario ser muy discreto con esto.

La criatura malditaWhere stories live. Discover now