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—¡Hola! —Volvió a insistir la voz. Era de un hombre, sin duda. Y cada vez sonaba más cerca en la distancia. El camionero transportador de madera caminaba despreocupadamente, con las manos en los bolsillos de su camisa ranchera a cuadros. Había visto en la distancia el coche detenido en tan solitario camino, y había frenado a un lado para comprobar que todo estuviera bien. Era la ley del buen camionero, tal como le había enseñado su padre alguna vez.

—¡Dios mío! —exclamó Abby, en un susurro, con los ojos inundados de lágrimas. —¡Estamos jodídos, Max!

—¡Ven, corre! —Le susurró. Con la pala en una mano, corrió hacia unos arboles que se hallaban delante de ellos, a poco más de veinte metros de posición. Eran grandes arces de tronco grueso y buena altura, y sin duda podrían cubrirse tras ellos, era lo único que podían hacer. Abby le siguió, y apoyando la espalda contra el tronco, Maxwell levantó la pala contra su pecho, sujetándola con fuerza. Abby lo vio, y le imitó, sujetando la herramienta con una mano y cubriéndose la boca con la otra, para enmudecer sus sollozos.

Unos treinta o cuarenta segundos después, que a Maxwell se le hicieron una exasperante eternidad, pudo escuchar pasos en la tierra, acercándose. Alguien silbaba entre dientes, a medida que caminaba. Cerró los ojos, suplicando mentalmente a todos los ángeles del cielo, si es que aún querían escucharlo después de haber cometido un crimen, que por favor quien quiera que fuese no pisara en la tierra floja, que no mirara hacia abajo, y se fuera de allí cuanto antes. Sabía que eso pasaría, habían tardado demasiado. Sin duda el maldito hijo de puta había pasado por allí, había visto un coche en medio del camino, a la orilla del bosque, y tenía curiosidad por saber qué pasaba. Podría haber sido simplemente un conductor con ganas de mear, o quizá una pareja de jóvenes sin dinero para un motel, pero no... siempre alguien tenía que pensar lo peor, hacerse el héroe e investigar por su cuenta, pensó.

Los pasos ahora se hallaban muy, muy cerca. Maxwell pudo ver en el suelo la silueta de la sombra que se extendía hacia adelante, y agradeció por la idea de cubrirse con el sol a sus espaldas, tras aquellos arboles. Imaginó que aquel fulano debía estar parado justo tras ellos, frente a los arces. Si daba un paso más, si tan solo continuaba caminando hacia adelante, no lo dejaría reaccionar, pensó. Le daría un palazo en el medio del rostro, con la suficiente fuerza como para noquearlo por unos minutos y poder huir antes de que despertara. Su rostro se ensombreció, sujetó el mango de la pala con más fuerza, y esperó.

—¡¿El coche de la calle se ha estropeado?! —gritó. Efectivamente, estaba tras los arboles, muy muy cerca. —¡Puedo ayudar!

Maxwell miró de reojo hacia su derecha, en cuanto diera un solo paso hacia adelante, le estamparía la pala en la cabeza. Instintivamente, sus ojos saltaron hasta Abby, quien lo miraba aprehensiva. Le conocía, había visto la expresión de su rostro, sabía que estaba dispuesto a atacar en cualquier momento, y entonces le gesticuló un "NO" silencioso con la boca, al mismo tiempo que apenas movía la cabeza. Él la miró, y ella volvió a insistirle en aquel gesto.

—Bah, a la mierda... no puedo llegar tarde un día más... —murmuró el tipo. Y entonces, Maxwell bajó los ojos hacia el suelo en cuanto escuchó los pasos. La sombra se hizo gradualmente más pequeña, a medida que se alejaba. Y cerró los ojos, aliviado, antes de hacerle un gesto a Abby de que no se moviera, para esperar un momento más.

Estuvieron tras los arboles durante al menos diez minutos, agudizando el oído, sin mover un músculo, hasta que los pasos se dejaron de oír en el terreno lleno de hojas secas. Solo allí fue cuando salieron de su escondite. Abby miró a Maxwell con los ojos enrojecidos por las lágrimas y el agotamiento.

—¿Estamos a salvo? —preguntó.

—Eso creo, cariño. ¿Creés que puedas conducir de regreso?

—Estoy agotada, pero nada me haría más feliz que llegar a casa, ducharme y dormir con un par de tranquilizantes en la sangre —comentó, con una sonrisa.

La criatura malditaWhere stories live. Discover now