Capitulo 1

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"UNA OPORTUNIDAD"


Hoy es mi cumpleaños número quince, desperté desde temprano, en cualquier momento mi papá y mi tía Lorelay entraran por la puerta, con un pastel de tres leches y unas velas encendidas sobre él, yo las apagaré y ellos me preguntaran que quiero de regalo, al igual que todos los años, normalmente pido algo material, pero está vez quiero algo más que un simple objeto.

Desde que llegamos a Forks me la paso encerrada en mi casa, no he ido a la escuela, estudio en casa, no tengo amigos, ni ningún tipo de relación con las personas más allá de estos muros, mi papá compro una casa alejada de la civilización en medio del bosque de la reserva, no es que me queje, amo la tranquilidad que la naturaleza me da, pero nunca me he adentrado en ella, solo la disfruto desde mi ventana, papá y mi tía se han procurado que no me falte nada aquí, para que esté cómoda y no quiera salir, aunque no lo confiesen tienen miedo que pase lo mismo que en Silverhill, que me crean una amenaza o una bruja, como nos llamaron a mamá y a mí.

Voy a dar una breve explicación, vivía en un pueblo con una mentalidad algo primitiva, tenían sus creencias y eran bien estrictas, le temían a lo nuevo y desconocido, de por si mi mamá no era de agrado para esa gente, porque decían era rara, para ellos era la loca del pueblo, y luego llegue yo y mi apariencia "anormal" creían que era la hija del diablo, al ver mis ojos del un tono de amarillo tan claro que casi parecía blanco, piel de porcelana con mejillas coloradas y mi cabello tan claro como mi piel, que si no fuera por dos mechones de color negro en la parte delantera de mi cabeza que poseo, no sabría donde termina mi frente y empieza mi cabello. Lo que tengo no es nada monstruoso, solo es un desorden genético llamado albinismo, aproximadamente una de cada 17 000 personas tiene algún tipo de albinismo, pero para mi pueblo era algo satánico, papá dice que tengo una belleza que muy pocos nacen con la suerte de poseer, pero esa no fue la razón por la que nos marchamos de Silverhill.

Desde pequeña veo y escucho cosas, que me hacen creer que necesito ir a un psiquiátrico, mi mamá era igual que yo, y por eso ya no está aquí, se sacrifico por mí, es una culpa con la que cargo a diario. Todavía no se bien como controlar esas voces o mis ataques, pero no son tan frecuentes como antes, se que lo puedo manejar, solo necesito relajarme y despejar mi mente, enfocándome en otra cosa, solo espero encontrar la forma de pararlo.

La puerta de mi habitación se abre y yo instantáneamente cierro mis parpados, fingiendo estar dormida, mientras los escucho cantarme el típico Happy Birthday – levántate ya pequeña pinocha, que sabemos perfectamente que no estás dormida.

– ¿y tú cómo lo sabes? – aún estaba con los parpados cerrados dándoles la espalda, abrazando una de mis almohadas, siento como el peso de alguien más recae en mi cama y acercase a mí, sé que es mi papá al temblar levemente la cama, al no tener buena estabilidad por la lesión en su brazo izquierdo.

– porque que yo sepa – hizo un silencio al suspirar – mi hija no habla dormida, ni es sonámbula.

Abrí mis parpados, cerrándolos casi al instante al recibir la luz que entraba desde mi ventana, parpadé varias veces antes de terminar de acostumbrarme y acomodarme en la cama, hasta terminar sentada – atrapada.

Papá me sonrió con dulzura, acercándose para posar sus labios en mi frente, se alejó con lentitud, colocando su mano en mi mejilla dándole suaves caricias – ya estas, vieja – soltó de repente, retirando su mano, rompiendo el ambiente paternal y sentimental, que se creó, logrando hacerme reír – mira nomas esa cabeza llena de canas.

– tú tampoco estás tan joven.

Llevo su mano al pecho, levantando las cejas y abriendo los ojos en forma de ofensa – ¿Qué fue lo que dijo señorita?

– ay ya Agus, solo tienes que decirle feliz cumpleaños – mi tía me entrego el pastel, con el número quince en velas, que se estaban derritiendo, manchando parte del pastel con cera – pide un deseo, mi niña.

Ya tenía mi deseo en mente desde hace días, ahora solo espero que se cumpla, inhale un poco de aire por la boca, volviendo a soltar de inmediato, cerrando mis parpados en el proceso, los aplausos de mi padre y tía, me hizo mirarlos y sonreír - ¿Qué deseaste está vez? ¿más lápices de colores? ¿otro cuaderno? No, no, ya sé ¿una nueva cuerda, para tú violín? – negué – ¿no? ¿entonces?

Basile un poco, mordiéndome el labio inferior, siempre lo que deseaba al momento de apagar mis velas, era lo que quería de regalo, lo decía y "mágicamente" al día siguiente aparecía, pero no sé si esta vez pasé – deseo ir a la escuela papá – su rostro decayó apenas termine de pronunciar esas palabras – y antes de que digas no, déjame decirte las razones por las que deberías decir que sí. Número uno, siempre estoy en casa y nunca salgo, dos, quiero conocer a chicos de mi edad y hacer amigos, tres, soy buena con el estudio, todo lo que me enseñaron me lo sé de memoria, cuatro, no me puedes tener aquí toda la vida, por más que me quieras proteger, no siempre vas a estar aquí, en algún punto del tiempo voy a tener que aprender a cuidarme y tener mis propias experiencias, porque...

– está bien.

– espera déjame terminar – me calle, a procesar aquellas palabras que dijo - ¿de verdad?

– tienes razón. No siempre te voy a poder proteger. Y tú también tienes que vivir. Solo debes prometerme que tendrás mucho cuidado, y no confiaras en todos, recuerda que el mundo es...

No lo deje terminar al abrazarlo con fuerza – gracias por la oportunidad, papá.

– no sé cuándo creciste tanto. Te amo, mi bebe.

– y yo a ti, papá.


𝐄𝐋 𝐆𝐑𝐈𝐓𝐎   ᴊᴀᴄᴏʙ ʙʟᴀᴄᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora