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A L I C E

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A L I C E

Un día encontraré las palabras adecuadas, y serán sencillas.

jack kerouac

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HACERLES FRENTE a mis propias emociones seguía siendo uno de mis mayores miedos. Me aterraba lo desconocido, ya que era algo que no podía controlar ni predecir.

Pero sentir era algo completamente normal y que se tenía que aceptar. Todas y cada una de mis emociones, por muy buenas o muy malas que fueran, me habían ayudado a lo largo de mi vida, ya fuera directa o indirectamente.

Sin mis emociones no tendría aspiraciones en la vida, ni sueños, ni nada que quisiera hacer de mi misma. Simplemente estaría adormecida, a la deriva por la vida como una máquina. Por mucho que odiara mis emociones negativas, y que de vez en cuando deseara tontamente no sentir nada en absoluto, no estaría en el sitio en el que estaba sin ellas.

Y desde hacía poco, me había dado cuenta de que las emociones eran lo que hace que la vida mereciera la pena.

Había logrado llegar al colegio a tiempo, y el día había transcurrido de la misma manera que siempre: clases, descanso, y clases. Y más exámenes, uno tras otro, cada semana. Al finales de mes, un poco antes de mi cumpleaños, tenía los exámenes de entrada para ir a la universidad, aquí en Japón.

No conseguí localizar a Tooru en todo el día. Ni siquiera había visto a sus amigos. No sabía si debía sentirme feliz o avergonzada, sobre todo recordando lo mal que me había portado con él ayer.

Al salir del aula, se me ocurrió pasar delante del gimnasio. Quizás les había tocado entreno hoy y lo encontraría allí en la salida.

Aún en clase, alguien me tocó el hombro con su mano. Me di la vuelta, solo para encontrarme con una compañera.

—¿Has acabado la presentación? —inquirió.

—He acabado mi parte y la mitad de las diapositivas. Falta que hagas la tuya...

—¿Te importa hacerla? Hoy no me dará tiempo. Y ya sabes cómo es la señorita Hiro.

Ese ''no me dará tiempo'' lo había escuchado miles de veces. Lo traduciría como un ''No quiero hacer el trabajo porque no me da la gana''. Intenté poner mi mejor sonrisa, aunque se notara muy falsa.

—Puedo mirármelo si quieres, pero--

—Perfecto, me salvas. ¡Venga, adiós!

Cómo detestaba hacer trabajos de grupo; por esta precisa razón. Y se había ido así de tranquila, sin esperar a escuchar lo que yo tenía por decir. Siempre me tocaban compañeros de trabajo que no pegaban ni chapa, y me tocaba cargar con todo el peso. 

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora