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Cómo no amar esos ojos, si en ellos puedo ver el mundo de un color distinto

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Cómo no amar esos ojos, si en ellos puedo ver el mundo de un color distinto.

ray meza

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—¿Quién se pensará que es, apareciendo así de repente hoy? —comentó Matsukawa, arrugando el ceño.

Hanamaki, Matsukawa y Kaori, que habían sido testigos desde su posición distante de la tensa escena que se había desarrollado minutos antes, se habían aproximado a sus dos amigos.

Iwaizumi, entre suspiros, intentó ordenar sus pensamientos para explicar la repentina aparición de Ren y el inesperado giro de los acontecimientos.

—Vaya sorpresa, ¿eh? Justo cuando pensábamos que el día sería tranquilo —dijo Hanamaki, arqueando una ceja y cruzando los brazos sobre el pecho.

—Esa chica no tiene dos dedos de frente —agregó Kaori con un visible desdén, acompañando sus palabras con un gesto de ojos en blanco—. ¿Cómo se debería describir a alguien que aparece en la graduación de su exnovio para armar un escándalo? Y no solo eso, también ha intentado meter mierda entre Alice y Oikawa. —Kaori hizo una pausa, clavando sus ojos en este último—. Pero, mira, ha tenido suerte de que Alice sea un amor, aunque si hubiera estado en su lugar, le hubiera soltado un discurso a esa ex tuya que la hubiera dejado en ridículo eternamente. Porque, vamos, nadie tiene derecho a venir a arruinarme la paz el día de mi graduación.

—Viniendo de otra persona, no me tomaría en serio nada de lo que vienes de decir. Pero como eres tú, me lo creo completamente.

En cuanto Hanamaki terminó su comentario, Alice apareció de nuevo. Oikawa, fue el primero en notar su presencia y se adelantó entre sus amigos. Cada detalle del kimono que ella llevaba estaba meticulosamente elegido, desde los colores hasta los motivos florales, creando una imagen deslumbrante para Oikawa.

—He conseguido quitar prácticamente todas las manchas —anunció ella, mirando orgullosa su kimono—. No vamos a dejar que esto arruine este día.

Oikawa asintió con una sonrisa. La manera en la que ella hablaba le recordaba las pequeñas cosas que había hecho por sus amigos a lo largo de las semanas, las que no aparecían en grandes gestos, pero que revelaban su naturaleza cálida y generosa. 

Con Iwaizumi, quien había estado abatido después de haber perdido el partido contra el Karasuno, Alice no había juzgado su desánimo, sino que le había recordado sus fortalezas y lo capaz que era.

Con Kaori, Alice la había ayudado a abrazar la intensidad de su personalidad, rompiendo las cadenas de la inseguridad que la habían atado.

Con Hanamaki y Matsukawa, en numerosas ocasiones, cuando los apremios académicos se habían vuelto abrumadores, Alice se había quedado hasta tarde ayudándoles a comprender conceptos y a prepararse los exámenes. Incluso en su propio tiempo libre, que era escaso, había elaborado hojas de estudio detalladas para facilitarles el trabajo.

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora