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A L I C E

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A L I C E

A veces oigo cómo mis huesos se tensan bajo el peso de todas las vidas que no estoy viviendo.

jonathan safran foer

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RECOGÍ EL BALÓN que estaba sobre el suelo. El gimnasio se había vuelto silencioso, quedando solo Tooru y yo allí. Kaori se había ido con Issei después del entreno, y el resto del equipo también se había marchado a casa. Oikawa se había quedado para practicar un poco más, y yo había hecho lo mismo para hacerle compañía.

Me pareció tan inmerso en su mundo mientras entrenaba que no me atreví a decirle nada por miedo a molestarle o desconcentrarlo. Recogí las pelotas que quedaban por el suelo y las metí dentro del carrito. Se había hecho tarde y teníamos que desalojar la sala en cuanto antes.

No quería volver a casa, no porque no estuviera cómoda allí, sino porque estaría de nuevo sola. Mi tía solía volver tarde del trabajo algunos días y me tocaba cenar sin tener a nadie con quien compartir mi día. Sin contar que todavía tenía que solucionar el problema con mis padres e intentar apaciguar las cosas de una manera u otra.

Tenía varias llamadas perdidas y mensajes no abiertos de mis padres. Había decidido distanciarme un poco de ellos hasta haber hecho los exámenes que tanto querían que yo hiciera, pero aún persistían en mí las mismas dudas de siempre.

—¿Cómo supiste que querías jugar al voleibol profesionalmente en el futuro? —pregunté, dejando caer el último balón dentro del carrito.

—Cuando era un niño miraba partidos en televisión o practicaba con Iwa. Más tarde asistimos a un partido entre Japón y Argentina que me inspiró para convertirme en colocador después de ver a José Blanco. Desde ese día supe que quería ser como él, supongo.

Al igual que a mí, el sueño que él quería perseguir había estado presente desde su infancia, solo que Tooru tenía el coraje de perseguirlo. No dejé de pensar en ello mientras lo esperaba fuera a que cogiera sus pertenencias del vestuario. No entendía por qué me estaba costando tanto hablarle de este tema. Al fin y al cabo, le había confesado otras cosas mucho más personales y no me había resultado complicado. Pero esto... 

—¿Hay algo que quieras decirme? —me preguntó, una vez se reunió conmigo fuera.

Un manto de oscuridad nos cubría a los dos y a toda la ciudad. La noche era la compañera de todos y las estrellas anhelaban ser observadas por el ojo de cualquier paseante. Algunas de ellas se parecían a las personas, porque parecían hermosas desde lejos, pero resultaban ser falsas a veces. La mayoría transmitían sus sentimientos cuando ya era bastante tarde.

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora