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A L I C E

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A L I C E

Donde fallan las palabras, habla la música.

andersen

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—Creo que va a estar bien.

Miré a Tooru acariciar al gatito envuelto en mi chaqueta. Lo habíamos colocado cerca de la una esterilla eléctrica para que entrara en calor. La cosa había tenido éxito, ya que sus temblores habían desaparecido. Le había dado leche en polvo y se había dormido. En el caso de que su condición empeorara, lo llevaría al veterinario, pero de momento parecía estar mucho mejor.

Un estornudo repentino por parte de Oikawa me hizo sobresaltar.

—¿Estás resfriado? —le pregunté.

—Estoy en plena forma.

La confianza con la que había contestado me indicaba justamente lo contrario, y volvió a estornudar. Este chico era de lo que no había.

—Te la devuelvo.

Le volví a dar la chaqueta que me había prestado en el autobús. Lo más probable era que hubiera pillado un resfriado la noche del sábado. 

—Mi abuela siempre dice que la miel con limón ayuda. Ahora vuelvo.

Desde la cocina lo seguí mirando de reojo de vez en cuando. Tooru no se movió del suelo; prefirió quedarse cerca del gato. Me gustaba lo gentil que se mostraba con él. Era bonito de ver. Pasmada observando la escena, el cuchillo se me resbaló hacia la derecha y fue directamente a mi dedo. 

Dejé caer el cuchillo sobre el contador y fui corriendo a pasarme agua por encima. No era un corte profundo, pero sí bastante grande. Desde luego, entre eso y el labio, no sabía qué era peor. Estuve alrededor de un minuto con la mano debajo del grifo, intentando resistir a la tentación de frotarme la mano; me comenzaba a picar.

Alcancé una toallita para hacer presión y que el sangrado se detuviera. Estas cosas solo me pasaban a mí en los momentos menos oportunos. ¿Cuántas cosas habían pasado esta semana? Me reventaría la cabeza si intentara asimilar todo lo que había vivido en tan solo cuatro días.

Cogí un papel e hice presión para parar el sangrado. Tras rebuscar en el armario de medicamentos, me desinfecté el corte con Betadine y me puse una tirita. Odiaba ponérmelas porque me resultaban muy incómodas, pero no quería que se me abriera más el corte. Al menos había conseguido partir el limón por la mitad antes de partirme a mí misma el dedo. 

—¿Y esto?

Cuando le di a Tooru el vaso con el zumo y tomó unos tragos, señaló mi dedo y me preguntó qué me había pasado.

El silencio entre nosotros || Tooru OikawaМесто, где живут истории. Откройте их для себя