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El recuerdo de su primer beso fue evocado en cuanto Chuuya lo tocó de nuevo, las caricias eran tan distintas pero lo hacían sentir cosas tan similares.

Se sentía aplastado por una fuerza muchísimo más grande que él mismo.

Sentía que su voluntad se aplastaba y con ella todo control sobre si mismo.

Siempre se había sentido capaz de dominar sobre si mismo, sin embargo el pelirrojo le quitaba eso, le había arrebatado la conección entre su mente y su cuerpo, dominando ambas por separado sin siquiera percatarse de ello.

Lo estaba utilizando, lo sabía bien.

Pero se sentía tan bien ser el objeto de alguien como él.

Se mordió la lengua para no decirle que lo amaba en ese instante.

Cada día estaba más convencido de ello.

Y decir cada día era alejado a lo que realmente consideraba, con cada segundo que transcurría más se convencía a si mismo de que existía únicamente para el pelirrojo.

Había sido creado con el simple propósito de adorarlo.

De perderse entre la profundidad de sus ojos azules y derretirse entre su sonrisa, solo para eso existía.

Pero no era tan tonto...

O aún no estaba tan enamorado...

Si Chuuya no le correspondía entonces iba a matarlo.

¿Que sentido tendría la vida si al único ser al que llegaría a amar no le correspondía?

Quería que Chuuya perteneciera a él en su completa totalidad.

Quería que lo amara tanto como él lo amaba.

¿Amar y dejar ir? Eso no eran más que puras ridiculeces.

Llegaría hasta el fin del mundo y cometería cualquier imposible por el amor del pelirrojo.

Por ello necesitaba deshacerse de aquellos que lo rodeaban.

No soportaba tener que compartirlo más, si bien le gustaba esa faceta que estaba construyendo en su relación, dónde ambos convivían como un par de amigos y se conocían más a profundidad...

También anhelaba con desespero más noches como aquella en la que se conocieron, lo divertido de cazar a cualquier presa siempre es ver el terror en su faz.

Amaba cualquier detalle en Chuuya por mínimo que esté fuese, amaba sus sonrisas y sus carcajadas. Amaba su incomodidad y su disgusto, amaba su miedo y su enojo.

Ahí donde se escondía el verdadero Chuuya.

Aquel que no era inocente y mucho menos víctima, eso era lo que más amaba.

El Chuuya que gustaba de manipularlo y sentirlo a su merced, era el que más amaba, al que seguiría incondicionalmente, por el que doblegaría su propia voluntad.

Sabía que algo de diferente había en él desde el instante en qué lo vio detrás de aquella barra del bar.

Eran tal vez sus minuciosos y controlados movimientos o la forma en que veía todo a su alrededor, con sed de más.

Ese pellizco en su mejilla solo le comprobó que no eran muy distintos el uno del otro.

Ambos esperaban por más de lo que deseaban, pero Chuuya actuaba más rápido para conseguirlo.

Sabía que quería su atención, quería enamorarlo, enloquecerlo.

¿Por qué no se daba cuenta de que ya lo había logrado?

Tal vez ya se había percatado y solo estaba asegurándose de que así permaneciera.

Se estaba asegurando de que fuera su eterno prisionero manteniéndolo con gotas de agua en un insufrible desierto.

Eso solo lo hacía desearlo con muchísima mayor intensidad.

AN UNHEALTHY OBSESSION -𝙎𝙤𝙪𝙠𝙤𝙠𝙪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora