Me cruzo de piernas, sentado sobre la mesa de la oficina de mi hermano menor, y medito, oyendo la melodía de los tambores.
Qué loco es que dos gemelas se intercambien, pero más loco es que dos hermanos que no se parecen en nada lo hagan. La buena noticia, es que en esta sucursal de la empresa automovilística que dirige mi hermano, él nunca ha pasado por aquí, así que sus socios y empleados no le conocen la cara.
La puerta se abre y abro los ojos.
―¡Cuñada! ―grito sorprendiéndome.
Esto no lo planeé.
―¿Qué? ―Me observa, extrañada.
―No, espera, no eres mi cuñada. ―Me doy cuenta rápido―. Eres su gemela, tienes otra mirada.
―¿Eres el hermano de Hans? ―consulta, confundida.
―¡Claro! ―digo con orgullo.
―Entonces sabrás que ellos se están divorciando, así que no son nada.
―¿Por qué? ―Enarco una ceja―. ¿Te molesta?
―No, qué horror, lo odio.
―O sea, te revolcaste con él y luego te dejó tirada ―adivino.
―¡¿Qué?! ―Se alarma―. ¡¿Cómo sabes?!
―Si viniste a pegarle no lo vas a encontrar, se fue a un retiro espiritual.
Se carcajea.
―¿Hans? ¿A un retiro?
―Sí, me está remplazando, yo lo sugerí ―expreso con altanería, mi hazaña mal vista por el mundo―. Hemos intercambiado como ustedes.
―Esto suena mal e incómodo, ¿cómo dijiste que te llamabas?
Salto de la mesa, luego me acerco hasta ella, tomo su mano y la beso.
―Un gusto, soy Zem, el amor de tu vida.
Retrocede y se suelta.
―No gracias, ya me cansé de todos los hombres, sobre todo si vienen de la misma estirpe que Hans. Solo vine a buscar trabajo, mi hermana me recomendó esta sucursal, porque se supone que no me lo cruzaría, y por suerte no lo hice. Estaba intentando localizar la oficina de recursos humanos, nada más, ¿sabes dónde está?
Me río y señalo en una dirección.
―Solo bromeaba, está por allí.
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