𝘑𝘶𝘭𝘪𝘢 quiere ir a la fiesta más importante del año, pero un cambio de planes la obligará a pasar la noche de fin de año con Samuel, el odioso hijo de los amigos de sus padres.
𝘔𝘢𝘪𝘢 quiere montar su primera fiesta en casa, pero tendrá que p...
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𝚂𝚎𝚒𝚜 𝚑𝚘𝚛𝚊𝚜 𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚗𝚘𝚌𝚑𝚎
Llevaba meses esperando esa noche.
Me había esforzado en los estudios y había sacado de las mejores notas de la clase. Por fin, después de muchos suspiros por las esquinas, me había atrevido a acercarme a Lucas y hasta había conseguido que se fijara un poco en mí. O al menos eso parecía por los mensajes que intercambiabamos de dobles sentidos, que me daban una vuelta al corazón al leerlos.
En nuestra família, siempre habíamos celebrado la noche de fin de año solos, los cuatro juntos. Cocinabamos cuatro platos, nuestros favoritos, y esperábamos que llegara la media noche para desearnos un feliz año nuevo. Por eso, cuando me enteré de que Lucas iba a celebrar la fiesta de fin de año en su casa, les supliqué que me dejaran ir. Sabía lo importante que era para ellos.
Lo mejor fue que aceptaron a cambio de unas cuantas reglas, entre ellas estaban: sacar buenas notas, volver a las dos a casa y cenar con ellos.
Hicimos un trato, un trato que me hizo pasarme tardes y noches enteras estudiando para cumplir mi parte, un trato que mis padres acababan de romper sin ningún remordimiento.
¡Ni siquiera me habían pedido perdón por haberme destrozado la noche!
—¡Julia! —escuché que gritaba mi madre detrás de la puerta de mi habitación —Cinco minutos y nos vamos. Puse los ojos en blanco y metí el libro que estaba leyendo en el bolso. Si tenía que cambiar la fiesta de Lucas por la de los amigos de mis padres, almenos tendría la compañía de mi crush literario.
Bajé las escaleras mientras revisaba el chat que tenía con mis dos mejores amigas y casi me tropiezo con mi hermano en el último escalón.
—¡Vigila por donde vas!
Me quedé observando como cogía su bolsa con un bufido y se dirigía al coche. Al menos no era la única con cero ganas de asistir a aquel nuevo plan improvisado.
—Julia, cariño, no piensas ir así, ¿verdad?
Miré mi reflejo en el espejo y no entendí a que se refería, no iba a ninguna fiesta, íbamos a casa de sus amigos. ¿Porque tenía que vestirme de etiqueta?
—¿Qué tiene de malo lo que llevo? —¿zapatillas y vaqueros? —preguntó mi madre, poniendo sus brazos en jarras sobre sus caderas —Cambiate, anda.
Suspiré de forma sonora y señalé a mi hermano pequeño, que ya estaba entrando en el coche.
—¿Él va en tejanos y yo no puedo? —Pero va con camisa y zapatos —añadió mi madre, frunciendo el ceño —. Si te pones zapatos y una camisa también me vale.
