༻ Capítulo siete ༺ Maia

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༻✦༺  ༻✧༺ ༻✦༺𝚃𝚛𝚎𝚜 𝚑𝚘𝚛𝚊𝚜 𝚢 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚗𝚘𝚌𝚑𝚎

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𝚃𝚛𝚎𝚜 𝚑𝚘𝚛𝚊𝚜 𝚢 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊 𝚗𝚘𝚌𝚑𝚎

Llevábamos media hora andando, siguiendo a gente por la calle a ver si alguno de ellos iba a alguna fiesta, sin éxito alguno. Empezaba a pensar que las ideas de Ian iban de mal a peor hasta que empezamos a escuchar más alboroto a lo lejos.

—¿Cuál es el plan? —pregunté cuando vi la cara de decisión de Ian
—Probar hasta encontrar una fiesta
—Hasta eso llego, ¿y luego?
—Primero, encontrarla.
—No tienes ni idea de cómo lo haremos, ¿verdad? —Ian se rascó la cabeza y me miró de forma culpable —. Oh no.
—Seguro que por esta zona hay alguna fiesta.
—¿Y si lo dejamos por este año? —frené de golpe —Está claro que este año no era el de la fiesta.

Ian se giró hacia mí y me miró con tanta fijación que me dejó sin palabras.

—Quizás este será nuestro último fin de año juntos, quizás no, quizás sí, no lo sé. Lo que si sé es que es nuestro último año de instituto y que quizás nuestros caminos se separen —De repente sentí un vacío muy grande en mi interior, al pensar que nuestra amistad podría llegar a desaparecer algún día —. Así que pienso seguir con el plan sea como sea y que esta noche sea inolvidable.

No pude articular palabra, asentí.

Caminamos un par de calles hasta encontrar una en la que los diferentes sonidos de las casas se mezclaban en ella.

—¿Por cuál empezamos? —preguntó Ian, a mi lado.

Di un vistazo a las diferentes casas, intentando ver alguna con chicos jóvenes cerca, hasta que una oleada de optimismo me recorrió el cuerpo.

—Mira, esa tiene muchas luces —argumenté señalándole la casa que estaba un poco más apartada de las demás —, y me ha parecido ver a una pareja joven.
—Vaya vista, vamos.

Mientras nos íbamos acercando, el volumen de la música iba aumentando, al igual que mis nervios y la sonrisa de Ian.

La puerta no tardó en abrirse y nos quedamos paralizados  cuando se abrió la puerta: delante de nosotros estaba un hombre con gafas de pasta y un vestido de lentejuelas puesto. Abrí los ojos como platos y me giré a Ian para hacerle una señal con la mirada de «abortar misión». Pero ni siquiera me miraba, parecía como si la obsesión de encontrar una fiesta le hubiera cegado y no viera lo mismo que yo, porque tenía una sonrisa triunfal en la cara.

—¿Por casualidad no estarás dando una fiesta? —preguntó Ian, decidido.

El hombre amplió su sonrisa y nos hizo entrar.

La última nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora