Harry muere en un accidente de pociones tras toda una vida de investigación experimental y, para su sorpresa y disgusto, se despierta encerrado en un armario del número 4 de Privet Drive. Esta es la historia de lo que ocurre después de ese desafortu...
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A la mañana siguiente, Harry se despertó cuando Kreacher corrió una cortina para revelar una ventana encantada, por la que entraba una luz cálida que se posaba suavemente sobre un escritorio de madera de cerezo. "Kreacher ha preparado un desayuno ligero para el joven amo en el salón".
Harry se incorporó y se frotó la cara. Llevaba puesto un pequeño pijama de seda color esmeralda ribeteado con satén de marta, que sospechaba que había sido de Regulus. A los pies de la cama había una bata y unas zapatillas, y se las puso distraídamente mientras pensaba en su primer paso del día.
Revisar el laboratorio de pociones y las existencias. Eso sería más que suficiente. Hoy prepararía una poción de envejecimiento permanente, para una dosis de al menos diez años. No demasiado de algo bueno, pero suficiente para llegar a la edad adulta mágica. Pensó que podría aumentar la capacidad de su núcleo mágico con ejercicios de meditación una vez eliminado el horrocrux, cosa que no sabía que podía hacer la última vez que tuvo diecisiete años, y estaba más que excitado ante la perspectiva.
Caminando hacia las escaleras se frotó los ojos. Una poción de visión, también. Tal vez Kreacher supiera si había la fórmula más antigua en la casa, una que le diera claridad cristalina durante un día, pero sólo un día.
Bajó suavemente la oscura escalera y saludó con la cabeza a los retratos que lo miraban con curiosidad, pero guardaron silencio. Su coloración podría haber sido negra, pero su cabello era alfarero, e incluso aquellos que no podían salir de la casa percibían claramente por su presencia que algo andaba mal en el mundo.
Después de un desayuno a base de avena y conservas con una tetera de té suave (el elfo le dijo con severidad, ante la risa franca de Harry, que los jóvenes Maestros no debían beber té fuerte porque les impediría crecer), Kreacher lo condujo de buena gana al sótano de la casa y le señaló una grieta en la pared, que se convirtió en puerta después de que él apoyara la palma de la mano en ella. Harry entró tras el elfo y se encontró en una sala de pociones bien equipada, vieja pero perfectamente utilizable.
Las encimeras de esteatita, negra, verde y blanca, recorrían la circunferencia de la habitación, con quemadores en dos paredes y una isla central con cajones y armarios en los cuatro lados. Una puerta partía la pared del fondo y conducía a un almacén de ingredientes la mitad de grande que el espacio de trabajo, con un estante tras otro de objetos raros que brillaban bajo amuletos de conservación y estasis. Harry resopló. No era de extrañar que tuvieran veneno de basilisco a mano.
"Kreacher, voy a preparar dos pociones. Una poción de visión y una poción de envejecimiento permanente. Antes de empezar, ¿hay una poción de visión en la casa?"
El elfo negó con la cabeza. "Kreacher puede conseguir una poción de visión si el joven Maestro la necesita".
Harry hizo una mueca, pero sacudió la cabeza negativamente. "Me las arreglaré sin ella. Por favor, no me molesten mientras lo preparo, puede llevar algún tiempo".
El elfo lo miró pero no se fue. "Kreacher comprende que el joven Maestro no es lo que parece. Pero su cuerpo es joven, aunque su mente no lo sea. Los jóvenes no pueden elaborar cerveza durante horas sin descanso".
Harry suspiró explosivamente. El elfo tenía razón, desde luego, maldícelo. "En ese caso, le ruego que me cite para almorzar y cenar a las horas habituales".
Kreacher hizo una reverencia y se alejó con un chasquido mientras Harry se volvía hacia el espacio de trabajo despejado y suspiraba aliviado. Ahora por fin podía empezar a recuperar algo de autoridad. No volvería a ser rehén de las exigencias de un cuerpo débil o de una sociedad débil.
Después de dos largos días, Harry salió tambaleándose del comedor hacia su dormitorio. Preparar cerveza en este estado era mucho más agotador de lo que esperaba. Muchas de las técnicas que daba por sentadas en su práctica madura requerían un control mágico preciso y una aplicación sostenida del poder mágico, y aunque tenía el control, no podía sostener el poder. Pero no por nada era un maestro cervecero; simplemente tuvo que ajustar su elaboración para seguir métodos más antiguos y lentos. Pero esos métodos funcionaban y, según sus cálculos, a las cinco de la mañana del día siguiente ambas pociones tendrían la fuerza perfecta.
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