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El lugar era desolado. Tenía unos cuantos barriles con vino aún fermentando y la mediana bodega trasera podía almacenar perfecto cierta cantidad de mercancía. Hace años había sido un bonito negocio familiar pero desde su decadencia no había suficientes ventas y por ello comenzó a rentarse de almacén.

Lionel había decidido hacer un contrato indefinido con el dueño, sin que éste hiciera preguntas sobre lo que (o quienes) entrará y saliera. Este no se pudo negar al ver la cantidad a recibir.

Dentro, además del vino y las armas, estaba una pequeña mesa vieja y una silla oxidada. Era un escondite horrible, pero servía cuando iban de paso.

Lionel llevaba tiempo tratando de dormir, pero dejando de lado que la colcha que tenía por cama en el piso no era muy cómoda, algo en el fondo de su mente le obligaba a levantarse

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Lionel llevaba tiempo tratando de dormir, pero dejando de lado que la colcha que tenía por cama en el piso no era muy cómoda, algo en el fondo de su mente le obligaba a levantarse. Algo no se sentía bien.

-- Rodrigo, vení.

El argentino de uno ochenta se encontraba sentado en el piso, con la espalda pegada a la fría pared de concreto, sostenía una M16 y unos lentes de visión nocturna. Cuando escucho su nombre se levantó enseguida.

-- ¿Qué sucede, Lio?

-- Yo creo que lo mejor sería movernos ya. Hace tres días Martínez y Otamendi nos dieron tiempo pero ahora lo estamos desperdiciando al esperarlos.

Por alguna razón quería irse lo más antes posible.

-- Pero son las cuatro de la mañana.

-- Eso que importa, siempre nos hemos movido en la oscuridad.

Rodrigo asintió. Lo que su jefe pedía, su jefe lo tenía.

Ambos pusieron manos a la obra y comenzaron a cargar los camiones con tanto producto como fuera posible. Cada quien manejaría uno y se irían por diferentes carreteras, tratando de despistar a los que tuvieran detrás. Luego de casi una hora acomodando y asegurando las cajas, los amigos se miraron de frente y se estrecharon en un fraternal abrazo.

-- Cuidáte amigo, nos vemos pronto.

Dijo Lionel.

-- Si no estamos para dentro de dos días en Guerrero Negro avanzamos hasta La Paz.

Rodrigo recordó. No le gustaba dejar hombres atrás y menos si era Messi, pero sabían que debían entregar esas armas para tener su boleto a casa.

Por la ventana se despidieron una última vez. Lionel dejó que Rodrigo arrancará antes y le vio alejarse por el espejo lateral. Sonrió un poco y encendió el camión, sin fijarse que por delante se acercaba un Toyota Corolla color gris.

-- ¡Manos arriba!

Lionel escucho el grito y apenas trató de sacar su arma de la guantera cuando una bala impacto en el parabrisas, haciéndolo añicos.

Que susto se llevó, hace años que nadie le disparaba.

-- ¡Dije manos arriba!

Lionel acató, mostrando sus manos en señal de rendición.

-- ¡Baje lentamente del vehículo!

El argentino abrió con cuidado la puerta, usando el escalón para descender. Frente suyo estaban los agentes mexicanos, apuntandole con armas de cañon corto. Tenía que aceptar que la chica era guapa pero quien llamó su atención fue el más alto, quien suponía era el que disparo por el casquillo a sus pies.

Guillermo mandó a Hirving que revisará la parte trasera del camión, y pidió a Rebeca llamar refuerzos.

-- Señor Andrés Messi Cuccittini, esta usted bajo arresto al violar las leyes de migración, cruzando ilegalmente la frontera con Estados Unidos.

Guillermo recitó mientras se acercaba a Lionel, quien tenía las manos detrás de su cabeza y le examinaba de arriba a abajo.

-- Bajo la jurisdicción del estado de Baja California se le-

-- No necesito que me recuerde mis derechos.

Interrumpió al mayor.

-- ¡Está todo aquí atrás!

Hirving aviso asomando su cabeza.

Guillermo colocó las esposas con fuerza y cero tacto sobre las muñecas del argentino, mientras decía entre dientes.

-- Cuando acabe su juicio ni siquiera tendrá derechos.

-- Qué rudo. Me gusta.

Lionel dijo divertido. Se dejó ser arrastrado y guiado hasta el carro, alcanzando a escuchar por la radio de la pelinegra el nombre de Martínez y Otamendi.

-- Deberían esperar a que lleguen los demás y ver si de pura casualidad aparece De Paul. Mientras puedo adelantarme a la Comisaria con Cuccittini.

-- ¿No es peligroso? Tal vez no deberías ir sólo.

Respondió con un toque preocupado la menor.

-- ¿Y qué propones? No podemos dejar sólo a Lozano aquí y dudo que vaya a ser de mucha ayuda conmigo.

-- Deberías dejar de subestimarlo.

Guillermo rodó los ojos y se subió igualmente al Toyota.

-- Nos vemos más tarde.

Sólo dijo eso y arrancó de nuevo.

-- ¿Y ese milagro que la policía de México interviniera?

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-- ¿Y ese milagro que la policía de México interviniera?

Preguntó desde el asiento trasero el rubio.

Guillermo no tenía intenciones de entablar una conversación con el criminal, eso se lo dejaría a los de interrogación pero por inercia respondió esa pregunta.

-- Yo no soy de la policía mexicana, vengo de la Interpol.

-- Uh, parece que ya empiezo a ser famoso eh.

El rizado no dijo nada ante el intento de burla sólo observó por el espejo retrovisor al argentino. No esperaba encontrase con sus profundos ojos observandole también. Con una extraña sensación esquivo la mirada y la regresó al camino.

Lionel parecía muy relajado para haber sido capturado y sobre todo en un país extranjero. Además de que parecía muy raro que haya sido tan fácil, ¿no se supone que este tipo era toda una sabandija escurridiza? ¿Tanto les había costado atrapar a esa pulga? Parecía que ni mataba a una mosca siendo tan flaquito. Ir hasta San Quintín había sido sólo una corazonada, era toda una suerte haberlo encontrado de verdad.

Condujeron todo el camino en silencio hasta la comisaría.












N/A

Ya se encontraron, por fin. 🙊




I'm in love with a criminalWhere stories live. Discover now