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Rodrigo esta nervioso, ansioso y desesperado. Ha llegado hace un día y medio a Guerrero Negro y no hay noticias de Lionel. Y no puede esperar más, es hora de moverse hasta La Paz y rezar porque se se encontrará ahí.

Tenían que entregar el cargamento de armas al cartel del Pacífico para poder tener vía libre por el océano y llegar a Centroamérica. No podían permitirse más tiempo en México.

Así que ahí estaba ahora, dos días más que espero a Lionel y no llego. La preocupación lo inundó. ¿Dónde se encontraba? ¿Le habrá pasado algo? ¿La policía lo encontró? ¿Estaba muerto en algún terreno baldío? No escuchó ninguna noticia parecida en la televisión y no parecía que la gente hablara mucho de ello, no podía estar seguro.

Decidido a no dejarlo atrás, se armo de valor para pedir ayuda a los narcotraficantes mexicanos que acordaron verse con él hoy para hacer la entrega.

Cuándo llegó el sólo con un camión, un montón de pistoleros encapuchados lo obligaron a bajar del vehículo.

-- ¡¿Dónde está el otro cabrón?!

Le preguntaba uno mientras lo amenazaba con una arma de cañon corto.

-- Más te vale que no sea una emboscada, maldito argentino.

-- Necesito hablar con su jefe, es un favor.

Dice con el rostro presionado sobre el concreto. Trata de safarse de la llave porque lo están lastimando pero eso sólo empeora el agarre.

-- ¿Quién te crees para venir y pedir favores?

Responde entre risas. Risas que paran cuando una nueva persona se presenta.

-- Es miembro de la Scaloneta, déjalo hablar.

Una voz severa concede que lo suelten. Se levanta y encara a un hombre más bajito que él. Tiene unos ojos profundos y que le miran fijo con el ceño fruncido.

-- Perdón, Chávez.

Quién lo estaba sometiendo se disculpa con la cabeza gacha.

-- Lleven el camión al almacén, voy a hablar en privado con él.

Ordena Luis. Se deja guiar a una vieja instalación de administración del puerto y pasan por un grupo de demás gente armada. Puede ver los botes anclados en el muelle y siendo cargados de contenedores iguales a los suyos, sólo que suponía, estos cargaban droga.

-- Los ojos al frente.

Le advierte el menor. Estaba seguro que este era el jefe del cartel. Con su pantalón de vestir y su camisa desabotonada y arremangada, dejando a la vista sus tatuajes, además de los lentes de sol sobre la cabeza rapada y el par de cadenas que descansaban alrededor de su cuello. Y claro, que gracias a él no le enterraron una bala en el cráneo. Hace caso y se fija en el andar del contrario, evitando mirar incluso de reojo las actividades que realizaban los hombres armados.

Ingresan a un pequeño edifico, no más de cinco pisos y pasan por la recepción, donde una guapa chica los recibió con una sonrisa. Siguen recto hasta el elevador y suben hasta el tope.

El lugar era limpio y elegante. El mexicano le ofreció un trago y que se sentará en la silla de cuero frente al escritorio.

-- ¿Sabes dónde está Messi?

Fue lo primero que le preguntó a la par que le tendía el vaso con whisky. Lo observó prender un porro y llevárselo a los labios, para después dejar salir el pesado humo y llenar la oficina con el particular aroma.

-- La última vez que lo vi fue en San Quintín, antes de tomar caminos separados para llegar hasta acá.

-- Pues déjame informarte que ya lo tienen los judiciales. Seguramente está en el Ministerio siendo interrogado.

I'm in love with a criminalWhere stories live. Discover now