-CAPÍTULO 4-

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Davina

Sentada en una silla que estaba en frente de la cama de Aria esperábamos ambas a que viniese el Jakob con el alta. Debido al estrés y a una bajada de tensión perdió el conocimiento, tuvo el principio de un aborto, sin embargo, el bebé consiguió sobrevivir. Mi amiga estaba mirándome con una pequeña sonrisa mientras acariciaba su barriga todavía plana. Jakob y Raynard se fueron dejándonos algo de intimidad junto con el médico hacia un rato.

-        Deja de culparte. – Le agarre la mano libre dándole un suave apretón. – No es tu culpa, además, ahora estas aquí Davi.

-        Lo se. – Le susurré. – No puedo evitarlo. – Me encogí de hombros apartándome un mechón que me molestaba en la cara.

-        Bueno, y cuéntame. – Me mordí el labio nerviosa. - ¿Te crees que no he visto la tensión entre vosotros dos cuando habéis entrado? – Bufé divertida.

-        Odio que me conozcas tan bien. – Le musite sacándole la lengua.

-        Ay, amiga, a mí no me puedes esconder nada. – Rodé los ojos dejando caer mi espalda sobre el respaldo del asiento.

Bueno, lo cierto que después de pedirle perdón la discusión poco a poco fue subiendo de tono. Ambos comenzamos a enfadarnos a medida que la conversación iba avanzando, Raynard conseguía sacarme de quicio siempre, pero demonios, ¿podía anhelar arrancarle la ropa tanto? Hubo un momento que nuestros labios los separaban apenas unos centímetros.

-        Le pedí perdón. – Esta se incorporo un poco en la camilla sorprendida.

-        Vaya...

-        Si. – Suspire pesadamente frotándome la cara. – La conversación fue subiendo de tono y bueno, Jakob nos interrumpió en el momento indicado.

Arrugo la nariz.

-        ¿Por qué? – Carcajeé sin ganas.

-        Porque parecía que nos íbamos a dar de madrazos.

Esta comenzó a reírse mientras negaba repentinas veces.

-        Bueno, eso puede ser muy ex....

La puerta de la habitación se abrió, un hombre con una bata de medico entro en la sala con una suave sonrisa, en su mano derecha llevaba una carpeta con folios, de su cuello colgaba un aparato para auscultar a los pacientes, sin embargo, había algo raro en él. Su pelo era muy oscuro, su piel morena y sus rasgos que me recordaban a los de alguien. Le mire achinando los ojos.

-        Buenas Aria, ¿Cómo te encuentras? – Mi amiga con una sonrisa asintió.

No le deje de mirar ni un misero segundo.

-        Bien doctor, ¿el medico Xavier? – Esté volvió a sonreírle.

-        Tendrás que disculparle, se encontraba indispuesto y me ha pedido que me ocupase de sus pacientes.

Alce la barbilla cuando sus oscuros ojos se toparon con los míos. Se acerco con esa estúpida sonrisa en la cara, que me daba escalofríos, y extendió la mano que no tenía ocupada hacia mí. Sin dudar se la agarre mirándole de arriba abajo, sutilmente observe que llevaba en la cintura una pistola que estaba encondida en la bata, pero se podía ver la culata sobresalir.

UNA PUTA PISTOLA.

Si algo me enseño Kaito era a mantener la calma ante estas situaciones, por muy nervioso y descontrolado te sintieses tenias que estar centrado para poder atacar. Ladeé la cabeza esbozando mi mejor sonrisa seductora elevando mi mirada rápidamente a su cara.

El Ángel del Diablo. | II DIABLO |Where stories live. Discover now