# 8

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Comenzó a buscar por toda la habitación. Debajo de la cama, las mesas, inclusive en los escondites que con regularidad le gustaba usar a la menor con la intención de ocultarse. Por qué eso era lo que estaba haciendo, ¿No?

Las humanas habían juntado las palabras “Perdida” y “Volverá”. Y aun que la gatita Soo no conociera algunas de aquellas palabras usadas por las humanas, esas dos juntas para ella solo sonaban a caos.

¿Exagerada? Si, pero la de pelaje gris comenzaba a estar desesperada.

— ¡Rosi! — Maullo a todo pulmón sacando su cabeza por la ventana de la habitación. — ¡Rosé! — Esta vez más fuerte.

Bajo sus orejitas al no oir ningún resultado, levantándolas al instante al divisar maullidos casi perdidos en el aire.

— ¿Rosé? — Maullo nuevamente para cerciorarse, moviendo su larga cola animada al ser de nuevo contestada.

Saltó de la ventana al patio ensuciando sus grises patas por el barro, ignorando las pequeñas gotas de lluvia que la acariciaban y corrió en busca de de aquel sonido, frenando al momento que dejo de escucharlo.

Comenzaba a sentirse desesperada, sintiendo el hormigueo en su pancita, pero, ahora con disgusto.

— ¿Rosé? — Nada. — ¡¿Rosé?! — Aún más nada.

Sin perder la esperanza trato de olfatear, siendo inundada sus fosas nasales solo por el aroma de la lluvia.

Maldijo molesta y se chispeó cuando otro gato se le intento acercar, comenzando a correr solo por instinto hasta parar en un pequeño patio que ya no reconocía, y posó sus cuatro felpudas patas en una diminuta caja de madera en medio del patio, descansando su acelerado corazón.

Quiso volver a maullar, más se contuvo cuando alzo su vista y vio como reposaba una gata blanquecina en la rama de un árbol.

Salto ágilmente hasta el techo de la propiedad quedando más cerca de la asustadiza felina.

— ¡Rosie! — La llamó contenta.

La blanca movió su cola con gran alivio y felicidad.

— ¡S-Soosoo Unnie! — Chilló, sin querer mirar hacia abajo por temor. — Ayuda...

La grisácea lo pensó un poco, al no contar su amiga con garras, tendría que pensar la mejor forma de bajar.

— Pero...¿Cómo subiste allí? Idiota me tenías preocupada, dueña casi llora por tu culpa y las dos humanas estaban realmente preocupados. — La reprendió con enfado.

Rosie se achiquito en su lugar, sintiéndose mal, no obstante, quería primero bajar de aquel árbol.

— Si, lo siento, pero, me dio miedo el lugar a donde fui y salté hasta que termine aquí, no recuerdo bien como lo hice... — Se explicó. — ¡Quiero ir a casa, estar bien y poder lamerte! ¡No en éste bobo árbol! — Demandó moviendo su cola.

Jisoo mordió su lengua al escuchar, resultándole tierno el hecho de que la blanca le haya dicho "bobo", sintiendo su sangre subir cuando la menor agrego lo de lamerla.

La verdad no se quejaba.

— S-salta hasta aquí y yo te guió — Tartamudeo timida.

Rosie le hizo caso bajando de la rama, siguiendo a la mayor además de ahora un poco sucia minina, y, de alguna forma logrando bajar con seguridad, descansando en el pasto del patio.

Rosie no se resistió y de inmediato clavo sus dientes en la oreja de la mayor, empezando a lamerla por todas partes.

— Yah... — Emitió como queja Jisoo, más para nada le molestaba la situación, solo lo hacía para mantener su ego felino intacto.

Unieron ambas colas enroscándolas, la grisácea espero el momento perfecto que la blanca creara una brecha y lamío la parte trasera de su oreja, sorprendiendo a la blanquecina minina.

— También me gustas, Rosie. — Dijo por primera vez Jisoo — Y según nuestra dueña eso nos hace una pareja — Recordó lo dicho por la pelinegra.

La minina blanca comenzó a saltar, viendo literalmente estrellitas girar alrededor de su cabeza y con total felicidad se lanzo a la mayor, repartiéndole múltiples lamidas.

— No sé que es, pero, me encanta como suena — Confesó.

Todo según las mininas era más que perfecto, incluyendo la brisa que las mojaba, nada podía arruinar el ambiente o el sentimiento, ni siquiera la interrupción del canino dueño de aquel patio donde se demostraban su amor.

Las colas de ambas gatas se erizaron ante los ladridos del can, empezaron una carrera hasta llegar a su hogar donde su dueña algo preocupada las esperaba, sonriendo intensamente al ver a ambas gatitas llenas de barro sobre su cama.

— Ven, dije que estarían bien.

Las dos humanas asintieron también sonriendo, observando con una mezcla de felicidad y calma como la pareja de gata gris y blanquecina jugaban.

Aunque, nuevas aventuras les esperaban a estas felinas, aun teniendo una larga vida por delante. Y, aun mejor ¡Estando juntas!

Fin















bueno aun queda un extra pero este es el fin (◞‸◟;)

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