Capítulo 3

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La casa de la joven pareja era bastante pequeña, incluso comparada con los demás edificios que había en la ciudad, los cuales tampoco eran gran cosa, pero desde luego, era muy bonita y acogedora.
Se trataba de una casa de dos plantas con las paredes blancas, la puerta y las ventanas de madera y sin patio delantero, eso sí, estaba muy bien situada, ya que quedaba muy cerca de la asociación, que a su vez estaba casi al lado del centro de la ciudad.

Los italianos decidieron ir caminando hasta el lugar, aprovechando que aún no estaba demasiado oscuro. No tardaron mucho en localizarlo y, en cuanto llamaron a la puerta, se reunieron enseguida con el señor Watzler.

-Bienvenidos a nuestra humilde morada. Porfavor, pasen.

La casa por dentro era mucho más bonita que por fuera. Las paredes también eran blancas, y estaban decoradas con varias estanterías donde descansaban un montón de objetos, casi todos eran diferentes tipos de tazas y jarras de porcelana, decoradas con colores suaves. También había algunas muñecas vestidas con ropa típica de algún país europeo y una enorme muñeca rusa entre otras muchas cosas. Cuando su anfitrión les permitió pasar al salón, vieron que la decoración era un tanto diferente, había varios tapices colgados de la pared, cada uno de un tamaño distinto pero casi todos con un tono granate, había también un sofá que se elevaba a un nivel muy bajo del suelo, como si no tuviera patas.

-Porfavor, tomen asiento.

Ian Watzler les ofreció a tío y sobrino un poco de agua mientras esperaban a la hora de la cena.

-Tienen ustedes una casa preciosa, señor Watzler. Yo diría que tiene un estilo bastante único.

El hombre sonrió, justo entonces llegó su prometida y se sentó junto a ellos en el sofá.

-Muchas gracias, digamos que tanto Leila como yo quisimos mantener nuestras raíces, pero no nos decidíamos sobre si decorar nuestras casa con un estilo polaco o árabe, así que al final nos conformamos con un 50 50.

Todos en la sala rieron.

-No sabía que eran ustedes extranjeros.

-Sí, Leila es egipcia y yo soy de Polonia.

Paolo se sorprendió, estaba claro que ninguno de los dos podía ser originario del Congo, ya que no tenían la misma apariencia física que la mayoría de la gente de allí, pero desde luego no pensó que fueran a ser extranjeros de tan lejos. Siempre le habían interesado mucho las otras culturas, por lo que se decidió a preguntarles un poco sobre ellos.

-¿Hace mucho que residen en el Congo?

-Bueno, Leila lleva aquí mucho más tiempo que yo, ¿Verdad querida?

La mujer asintió sonriendo.

-Sí, es cierto, yo llegué al Congo a los 8 años. Mi madre nos había abandonado a mi padre y a mí, y él quería encontrar la forma de empezar de cero. Nos enteramos entonces que el señor Frederic Manule había puesto en marcha un proyecto para atraer a más ciudadanos a su pueblo, ya que apenas vivía nadie allí y se estaba vaciando mucho. Así llegué a la zona de Costail y allí fue donde crecí.

"¿Costail? Menuda coincidencia, llevaba años sin oír ese nombre" pensó Paolo, pero prefirió no decir nada.

-En mi caso es un poco más aburrido, yo me mudé aquí desde Polonia hace varios años. La asociación necesitaba a un nuevo director y decidieron enviarme a mí porque yo era la única persona disponible que hablaba francés. Así acabé aquí.

-Me imagino que se conocerían entonces, ¿Verdad?

-Sí, fue así. Ella se encargó de ayudarme a adaptarme como director, una cosa llevó a la otra y aquí estamos, cinco años después.

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