| | Cap. 2 : Salvador | |

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¿Cuánto tiempo las cosas habían sido así? 

Atsushi siempre pensaba en sus amigos antes que en sí mismo, los albergaba en su casa, los dejaba fumar ahí.

Soportaba que lo ignoraran por semanas, les hacía la tarea, les prestaba dinero, los recogía borrachos.

En más de una ocasión había escuchado que estos decían a sus espaldas que no eran sus amigos y en menos de veinticuatro horas le pedían algo diciendo que "eran amigos".

Siempre era lo mismo.

Les ayudaba en todo lo que podía y ellos no hacían ni lo más mínimo por él como ayudarle a sacar a un perro.

Ellos no lo respetaban como él a ellos.

Pero Atsushi lo toleraba.

Y, sin embargo, todas las personas tienen un límite.

Y él estaba peligrosamente cerca del suyo.

Podía perdonar, pero no olvidaba, jamás olvidaba lo que había sentido, esa es una herida que nunca sanaría.

Ya sabía cómo eran, y a este punto ya no le importaba.

Pero ¿realmente estaba dispuesto a seguir aguantando toda esa mierda?

¿Realmente valía la pena seguir ahí?

No.

No lo valía.

Ya estaba harto.

Siempre era el que se quedaba atrás.

Era hora de terminar con eso.

—por favor terminemos con esta "amistad" —soltó de la nada.

Las dos siluetas que iban ante él se frenaron en seco y lo miraron, se notaban genuinamente desconcertados ante sus palabras.

—¿Cómo dices?

—dije que por favor terminemos con esta "amistad" —insistió, haciendo frente a esos ojos de "no rompo un plato" que lo habían manipulado desde hace tanto tiempo—. Estoy cansado. Siento que ustedes ni siquiera me consideran un "amigo".

Ambos se acercaron a él.

—¿Qué te hicimos para que te sintieras incómodo?

Esa voz aterciopelada solo encrespó todavía más sus nervios.

Si creían que podrían volverlo a manipular con esos viejos trucos, tendrían que inventar algo nuevo.

—¡Todo! —estalló finalmente—. ¡Ustedes dos ni siquiera me respetan!

—relájate, estas exagerando.

Desestimando sus sentimientos, como era de esperarse.

—¿estoy exagerando? ¿Cuánto más quieren que sufra?

—¿Por qué no mejor hablamos lentamente? —sugirió colocando su mano sobre el hombro del albino.

—¿Por qué yo siempre soy quien sale castigado cuando ustedes dos se meten en problemas? ¿Por qué fingen que no me conocen ante otras personas? —para ese momento, sus lágrimas ya estaban bajando por sus mejillas en caminos húmedos—. Siempre hago todo por ustedes, pero ni siquiera me prestan atención. Siempre soy quien se queda atrás. A veces siento que solo me están usando.

Silencio.

Esperaba una disculpa, algo.

Pero unas risas estallaron en sus tímpanos.

Risas crueles y llenas de burla.

Alzó la cabeza.

Se reían de él.

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