La reina de Krypton y la princesa de Hyperion

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Al día siguiente Lena se despertó acurrucada por unos fuertes brazos que la sostenían de forma protectora. Abrió los ojos despacio, ya no sentía dolor.

—Buenos días—dijo Kara sonriente.—Dormiste bastante ¿Cómo te sientes?

Lena sonrió adormilada—Muy bien reina Kara, la verdad es que ya no me duele la espalda, se siente maravilloso.

Kara se levantó, estaba vestida, Lena supuso que habría estado trabajando todo este tiempo.

—¿Tú estás bien?—preguntó la pelinegra.

—Muy bien, te he estado cuidando a ratos, espero no te incomode—sonrió, pero interiormente sólo maquinaba la forma en que Lena se quedase en su palacio permanentemente.

Lena se sentó y de inmediato varias sirvientas llegaron con varias bandejas y todo tipo de comidas. —Sírvase majestad— le dijo una de ellas y de pronto se puso pálida, esa palabra sólo se le decía a la reina o a su pareja, y ellas no eran pareja.

La chica miró a Kara con una expresión llena de terror y para su sorpresa y la de las demás, Kara la miraba con diversión.—Está bien Talia, no pasa nada, todos se equivocan de vez en cuando.

—S-sí majestad pero le ruego que me perdone— la mujer se arrodilló como si hubiese cometido un crimen de guerra y Lena la miró muy confundida, para luego mirar a Kara con una expresión en blanco.

Kara se agachó.—Talia, está bien en serio—sonrió la rubia, era honesta no le molestaba.—Algún día espero que tengan que llamar majestad a Lena también.—le guiñó un ojo y todas se relajaron, Lena se sonrojaba.

Kara ayudó a la chica a levantarse y las dejó retirarse en paz.

—Esa chica estaba despavorida ¿Puedo saber qué les pasa a las sirvientas que se equivocan?

—Las despido.—respondió Kara.

—¿Sólo eso?

—No soy una malnacida, tuve un tiempo en que sí me gané una reputación horrible, fue después de Imra, pero ya no más, desde mucho antes de conocerte a tí dije que no haría pagar a justos por pecadores, por eso me dolió tanto cuando te azotaron por mi culpa.

—Justos por pecadores es una frase de la tierra.—Lena alzó una ceja.

—Bueno, si voy a ser tu amiga, o lo que sea, debo aprender tus costumbres, y me gustó la frase, aunque tardé en comprenderla.

La pelinegra comenzó a comer y Kara suspiró satisfecha observándola. —¿Qué?—dijo interrumpida mirando a la rubia.

—Nada, Lena, me gusta verte comer, en paz, y curada—Kara se sonrojaba mientras se mordía el labio, se quedó ahí mirándola como boba hasta que su panel se encendió y leyó detenidamente.—Mi niña, luego regresaré, el trabajo llama.

—¿Kara? ¿Esta noche una película?—Lena tenía ojitos de corderito.

—Sí, por supuesto— dijo y salió de forma rápida.

Al llegar a la parte delantera del castillo, las sirvientas la estaban esperando con una expresión en blanco.—Bien hecho señoritas, Talia, muchas gracias.

—De nada majestad—Talia se arrodilló—Me alegra que haya encontrado una nueva pareja.

—Todavía no es mi pareja, necesitaré la ayuda de ustedes para que ella se sienta como en casa aquí, Lena es todo lo que hay que proteger además de mí ¿Comprendido?

—Sí señora— dijeron todas al unísono.

—A Lena, no la dejen sola cuando vaya a terreno complicado, se la proteje día y noche, bajo cualquier clima.

Polvo de estrellasWhere stories live. Discover now