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(Presente)
Un año después.

¿Dónde se había metido?

Me sequé el sudor de la frente con la mano; hacía demasiado calor y había corrido demasiado solo para tratar de alcanzarlo. Probablemente sería el cardio del año.

Aún tenía la mochila colgada de la espalda, y pesaba más por cada segundo que pasaba. Dios mío, parecía que traía piedras ahí dentro.

No le había tomado importancia a ese hecho. Había salido tal y como estaba detrás de él. A pesar de mi esfuerzo, no lograba encontrarlo. Estaba empezando a frustrarme de verdad.

—Cuando quieras sales ¿eh? —solté, en voz alta—. No hay prisa.

Fluffy, mi gato, había salido corriendo tras una tierna ardilla dos calles atrás. Y no sabía dónde se había metido ahora. Había perdido su rastro por completo.

Dejé mi mochila en el césped, ya que estaba empezando a dolerme la espalda. En serio, ¿qué tanto traía ahí?

Resoplé, y arrastré los pies hasta los arbustos.

—¿Dónde estás? —pregunté al aire, moviendo las hojas—. Si sales ahora mismo, te compraré una lata de atún.

Solo hubo silencio de su parte.

—¿Dos? —ofrecí.

Aún más silencio.

—Está bien, ¡tres! —me exasperé—. ¡Es mi última oferta!

Nada. No había rastro de él, y eso que estaba intentando comprarlo con atún.

Suspiré agotada y escabullí los dedos entre mi pelo castaño. Fruncí la boca.

—Debo de parecer una loca hablando sola —mascullé, con mala cara—. Pero bueno, no es como si no lo hubiera hecho antes... ¿dónde te metiste? Si querías huir de mí, me lo hubieras dicho...

—¿Te puedo ayudar en algo?

Brinqué un poco por el susto y me giré, en busca del sonido de la voz. Abrí los ojos al ver a un chico detrás de mí, mirándome con curiosidad.

Su cabello está desordenado y es de un color rojo precioso, que hace que te detengas a verlo. Sus ojos no se quedan atrás; son azules, es como ver las olas del mar en ellos. El puente de su nariz y sus pómulos están salpicados por muchísimas pecas; parecen chispas de chocolate en la masa de galletas.

Lleva una sudadera negra con manchas de pintura por todos lados. Es parte del estampado, pero parece muy real si no lo detallas bien. Está usando un pantalón color beige y unos converses negros.

Me resultó familiar en seguida.

Lo había visto alguna vez, de eso no había duda. Solo no recordaba dónde.

Me echó una ojeada más antes de arrugar el ceño. Sacudió la cabeza.

—¿Qué estás haciendo? —quiso saber.

Parecía ligeramente confundido, y con toda la razón. Yo también estaría confundida si una chica rara y muy despeinada estuviera buscando en los arbustos como una loca desquiciada.

No intentes reparar a la chica rota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora