40

27 3 0
                                    

Enamorarse es una palabra grande.

Y no me refiero a que tenga muchas sílabas, me refiero al peso que lleva la palabra en sí. «Enamorarse», vaya. Suena como palabra usada por adultos.

Mis padres y hermanos ríen en la cocina. Estaba bajando para buscar algo para comer, pero me he detenido porque he escuchado las risas que provienen del piso de abajo. Me he sentado en uno de los escalones. Parece que están reunidos.

—Emilia vendrá a cenar esta noche —anuncia George con orgullo en su voz—. No quiero que lo estropeen. Nada de juegos.

Enseguida unos silbidos llenan el ambiente.

—Hermano, no me digas que te has enamorado de esa chica. No has dejado de hablar de ella estos días.

¿Enamorado? ¿George enamorado?

Me inclino más hacia delante sin ser consciente.

—Déjalo tranquilo, Luca —interfiere papá.

—Oh, vamos, conoces a George, padre.

—¿Estás enamorado de ella?

Esa es la voz de mamá. Todos se quedan a la expectativa. Por un par de segundos, nadie pronuncia palabra. La oración flota entre ellos.

Alcanzo a distinguir un suspiro.

—Tal vez —admite mi hermano mayor, consiguiendo que abra mucho los ojos—. No lo sé, ella es...

—¿Diferente? —intenta papá.

—Sí... pero no. Agh, no sé cómo explicarlo... —Se queda un momento en silencio. Chasquea la lengua—. Como el chico pelirrojo y Chelsea.

Mi corazón se detiene.

¿Qué...?

—¿Quién? —pregunta mamá.

—Ah, el de las pecas —dice Luca.

—El mismo —George parece pensárselo—. Tiene pinta de buen chico, me agrada. Es...

—No entiendo, ¿de quién hablan? —Papá parece confundido.

Luca resopla.

—El chico de Chelsea, dah. El que vino para acá...

—Él la quiere —asegura George, logrando que mi corazón de un brinco—. Se le nota. Está enamorado.

—¿De Chelsea?

—No me sorprende mucho —alega mamá—. Ella es... espera, ¿no está en casa, o sí?

Me toma un segundo saber que se refiere a mí. Me pongo de pie sin hacer ningún ruido y me escondo tras un muro. Unas leves pisadas se acercan, pero terminan alejándose al no encontrar nada.

—No lo creo —repone Luca. Casi puedo verlo encogerse de hombros—. No escucho la televisión de su cuarto.

—Bien, como decía... Chelsea es buena chica. Si se lo propone, podría tener a cientos atrás.

Abro la boca, impresionada. ¿Mamá ha dicho algo bueno sobre mí? ¿Ella? Y... ¿a cientos? Creo que se equivoca en eso.

Qué raro, debo seguir dormida.

George resopla.

—Sí... tienes razón, pero no creo que le interese eso. Ella solo tiene ojos para el pelirrojo.

De acuerdo, me siento como un infante justo ahora. ¿Acaso soy muy obvia? Mis mejillas están encendidas.

—¿Está enamorada? —inmiscuye papá.

No intentes reparar a la chica rota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora