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Hoy la escuela parece ser un lugar más lindo que de costumbre. Los alumnos no parecen decaer en mi presencia, lo cual agradezco ya que puedo seguir mi camino hasta mi casillero con tranquilidad.

O bueno, al menos era tranquilo hasta que alguien interrumpió mi tranquilidad apoyándose en el casillero de al lado. El estruendoso ruido logra sobresaltarme.

Genial, ¿he dicho que mi mala suerte me persigue a todos lados?

Porque si no lo he dicho, ya es hora.

—¿Qué quieres, Kira? —inquiero, cerrando mi casillero de golpe y encarándola con una ceja enarcada.

Ella sonríe con todos los dientes y me mira de arriba a abajo con superioridad. Se peina el cabello con los dedos, aún viéndome de esa forma. No puedo evitar rodar los ojos.

—¿Esa es tú manera de tratar a una vieja amiga? —pregunta, batiendo las pestañas.

—Tú no eres mi amiga.

Me doy la vuelta, dispuesta a irme y a dejarla hablando sola, pero me sujeta del brazo con demasiada fuerza y me impide hacerlo. Me giro con hastío y me sacudo de su agarre.

—¿Qué es lo que quieres? —espeto, cruzándome de brazos—. Dilo de una buena vez.

—Aléjate de Evan.

De acuerdo, eso si no me lo esperaba.

Parpadeo repetidas veces para rectificar si escuché mal o no, pero Kira no retrocede ni un poco. Frunzo el ceño.

—¿Qué?

—Ya me has oído. —Asiente, y empieza a caminar en círculos a mi alrededor—. Lo he visto antes y la verdad es muy guapo. Quiero que sea mi novio.

Subo las cejas con impresión.

¿Quién demonios se cree esta chica? ¿Y, por qué de repente estoy tan molesta por eso último que ha dicho?

Me relamo los labios, tratando de mantenerme serena por la situación.

—¿Y qué dice él al respecto?

Kira se encoge de hombros, restándole importancia. Se mira las uñas de las manos antes de volver a fijarse en mí. Suelta una pequeña risa, como si fuera muy claro.

—Él aceptará, por supuesto —asegura, sonriendo—. Ningún chico se negaría a estar conmigo.

Contengo el impulso que tengo de girar los ojos. Aprieto la mandíbula, irguiéndome.

—Si estás tan segura de que él quiere estar contigo, ¿por qué sería yo un impedimento?

Ella deja de verse los zapatos y me escanea de arriba a abajo con la mirada. Sus ojos se han vuelto fríos. Chasquea la lengua con desagrado.

—No sé qué te ve —escupe—. Pero está claro que le gustas.

Mi corazón se detiene por un segundo al escucharla.

¿Yo? ¿Gustarle a Evan? Por favor, en mis más grandes sueños ocurriría aquello.

No dejo que se note lo sorprendida que me ha dejado eso que ha dicho. Tengo que contenerme para que las manos no me tiemblen. Trago saliva para intentar calmarme. Endurezco mi expresión y le mantengo la mirada. Ahora es ella quien se cruza de brazos.

—Y es por eso que te alejarás de él.

—No voy a alejarme de él —replico.

Kira ya estaba empezando a alejarse por el pasillo, pero se detuvo a medio camino cuando me escuchó. Enarcó una ceja, con falsa confusión adornándole las facciones.

—¿Qué has dicho?

—No voy a alejarme de Evan —repetí, por si no le había quedado claro—. Si él quiere estar contigo, será problema suyo.

Decir esa última oración me deja un sabor amargo en la boca. Y algo en mi interior se revuelve al pensar en el pelirrojo y en Kira juntos. En verlos abrazándose, besándose... Sacudo la cabeza para librarme de esta rara sensación creciendo en mi pecho. Qué extraño.

Kira no parece muy convencida. Para nada, en realidad. Pero es mi decisión, y no la cambiaré solo porque ella venga a pedírmelo.

No dice nada más, solo gira los ojos y suelta un largo chillido. Da un pisotón al piso y se marcha contoneando las caderas. Suspiro en cuanto se pierde al dar vuelta en una esquina.

Yo también doy media vuelta y me dirijo a mi primera clase del día con una pequeña victoria. Esto se siente bien.

***

Ya es la hora del almuerzo, y la verdad, estoy un poco nerviosa. Porque esta es la hora en la que Evan, probablemente se acerque a hablarme. Y no sé cómo voy a decirle que voy a mudarme y que el próximo año lo más probable es que no esté. Tampoco ayuda mucho la pequeña conversación que tuve con Kira esta mañana. Estoy muy nerviosa.

Suelto un suspiro tembloroso y me decido por agarrar la pera y a ponerla en mi bandeja. Busco por las mesas al pelirrojo y no me cuesta mucho hallarlo. Siempre se sienta en el mismo lugar, y su cabello es tan distintivo que decaigo en él al instante. Respiro hondo y me encamino con decisión hasta su mesa. Sus amigos también están ahí.

Ya estoy a punto de llegar, pero me detengo de golpe cuando una rubia se atraviesa en mi camino y termina llegando primero que yo. Kira se planta enfrente de Evan y recuesta la cadera de la mesa. No me gusta ver la mirada coqueta que le está lanzando al pelirrojo.

No logro escuchar lo que sea que dice, pero la escena es suficiente para arrebatarme toda la confianza que traía encima. La mirada de Evan se cruza unos segundos con la mía. Y como no sé qué más hacer —porque de repente me siento muy ridícula—, le sonrío con los labios apretados y doy media vuelta. Pronto me encuentro afuera de la cafetería, reprochándome a mí misma.

Hoy tampoco tengo ganas de comer en las gradas, así que me dirijo a la biblioteca de la escuela. Antes de salir he dejado la bandeja en la barra y he agarrado solo la pera. Así que le doy un mordisco mientras camino lentamente a la biblioteca.

Cuando llego a ésta, la pera ya se ha esfumado por completo. Saludo a la bibliotecaria con una sonrisa y ella me devuelve el gesto mientras se acomoda los lentes. Ya debe saberse mi rostro de memoria de tantas veces que he venido aquí.

Busco mi sitio favorito para leer, que es la mesa que está al lado de la ventana y la que está más escondida de la vista de todos. Me siento allí. Saco mi libro de la mochila y lo abro en la página que me quedé. Pero antes un pensamiento me cruza por la mente y sacudo la cabeza para evitar pensar en ello.

No, no debería estar pensando en eso. Ni siquiera es problema mío. No es mi asunto. No es mi asunto. No es mi asunto...

Pero entonces, ¿por qué me molestó tanto verlos juntos en la cafetería? Solo estaban hablando. O bueno, ella solo hablaba, porque no me quedé lo suficiente para ver si él lo hacía también.

Pero debería darme igual, ¿no? Evan es solo mi amigo. Mi amigo. Nada más. Solo eso.

—Oh, Dios mío, cállate —murmuro para mí misma, pues no puedo concentrarme si mi cerebro hace tanto ruido.

Cierro el libro y trazo dibujos imaginarios con los dedos en la portada. Me concentro en ello. No pienso en nada más. El mundo se ha quedado en silencio de repente.

Estoy tan sumergida en mí misma que no soy consciente de cuánto tiempo pasa o de lo que sucede a mi alrededor. Porque si hubiera estado pendiente, me hubiera dado cuenta de la pesada mirada de un pelirrojo sobre mí.

No intentes reparar a la chica rota Where stories live. Discover now